“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Con hoy llevamos 25 días
dándole a los pedales, y en este día me enfrento con el problema de que, en la avería
de ayer, tuve que dejar una combinación fija para continuar, en concreto deja
el plato 24 y el piñón 26.
Nos encontramos en el día 21
de septiembre de 2020 y la idea es llegar a Sarria para que la reparen y esa
combinación pienso que, me va a permitir subir con algo de sufrimiento a O
Cebrerio y al alto del Poio, después en la bajada y en el llano, aunque no me permite ir muy rápido al menos avanzo.
Resultado, subía bastante bien,
que al final era lo duro e importante para no tener que empujar, pero no podía
darle velocidad a la bicicleta. Pero llegué y me arreglaron la bici.
Resumiendo, 55 kilómetros que salvo
por la preocupación de si me repararan la bicicleta esa misma tarde fue una
jornada perfecta, pero, y es que siempre hay un “pero”, volví a pasar frio en
la bajada hasta que decidí sacar la ropa de invierno, me resistí porqué pensaba
que el otoño no se presentaría tan de repente.
Sabia que era fácil que pasara
frío pues ya lo pase en la bajada de la Cruz de Hierro, pero por comodidad
decidí dejar en el fondo de las alforjas la ropa de invierno.
A pesar de mis mejores intenciones y
esfuerzos, es inevitable, en algún momento cometo errores, como no salir con la
ropa adecuada y tener que parar para cambiarme.
Los errores pueden ser a veces
difíciles de asimilar, por lo que a veces rehusamos a admitirlos en vez de asimilarlos.
Estoy tan convencido de que lo
tengo todo tan bien estudiado que cuando cometo este tipo de errores siento una
disonancia: “no es posible que esto me suceda a mí”, y ante esto lo primero que
hago es negar el error y pensar que esta meteorología nadie la puede predecir.
Esa disonancia consiste en que
sabiendo que lo tengo todo muy estudiado y, estando convencido de que esto es
verdad, se ve confrontado por el hecho de que lo que hice no fue lo mejor y me equivoqué
al elegir la ropa. Así que tendré que cambiar el concepto que tengo de mí y
aceptar el hecho de que me equivoque y comité el error.
Resulta más fácil decirlo que
hacerlo, pero ¿cómo puedo cambiar mi forma de ser y aprender a aceptar mis
errores? Supongo que lo más importante será darme cuenta lo antes posible de
cuando va a suceder, ya que la mente hará todo lo posible para preservar su
identidad y no reconocer el error. Por lo general cuando sentimos confusión, nerviosismo,
vergüenza o culpabilidad ante un hecho puede estar sucediéndonos, aunque estos
sentimientos no siempre implican que uno está equivocado, pueden utilizarse
como recordatorios para analizar una situación desde un punto de vista lo más
imparcial posible, y cuestionarnos de forma objetiva si me he equivocado o no.
Se me olvidaba, en nuestras
justificaciones y razonamientos también puede estar el síntoma de esa
disonancia, si son raras y muy forzadas podemos estar negándonos a aceptar ese
error.
En fin, uno tiene que estar
siempre aprendiendo y por lo tanto rectificando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario