viernes, 18 de septiembre de 2020

14 de septiembre de 2020.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

El día de hoy, lunes 14 de septiembre de 2020, iba a ser un día de transición pues el objetivo era acercarme lo más cerca posible del Camino de Santiago, el francés, el que comunica los pirineos con Santiago.  

Pero la carretera a veces de lleva por lugares que no pensabas, y mi primer plan era rodear Salamanca, pasarla. Sin embargo, sin saber como la carretera me dejo en una rotonda al lado del Puente Romano y, entonces ya no tuve elección, había que cruzarlo y visitar el centro de Salamanca. 

Volví otra vez a recorrer su impresionante centro histórico, lo que debería haber sido un día de transito se convirtió en una jornada de recuerdos y de reencuentro con una maravillosa ciudad. 

La verdad es que no estamos acostumbrados a estos días en los que no debería de pasar nada, nuestra cultura no está habituada a esperar y nos es difícil asimilar estos días. 

La nuestra es la cultura de la prisa, de lo inmediato, de estar siempre haciendo algo y, en cambio estos días de transito, de espera implican acomodarse a lo que está por llegar y es realmente difícil aceptar unas rutinas que no coinciden con las que estamos acostumbrados. 

Son días que no son aún un objetivo, sino espera, preparación para llegar a alcanzarlo. 

Lo bueno de este tipo de días es el gozo de quien sabe que va a cumplir un objetivo y espera ilusionado su cumplimiento y verificación. 

Sin embargo, hoy ya no estamos acostumbrados a ellos, pues vivimos una vida en la que no esperamos casi nada. Nos gusta lo inmediato y hemos perdido el clima de “espera”, “de promesa”, de “don”. 

No sabemos disfrutar de la espera.

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