“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Primer día de descanso este del 9 nueve de septiembre de 2020, aunque en realidad el cuenta kilómetros ha marcado 15 kilómetros que han sido los que he realizado en subir y bajar dos veces de Guadalupe y recorrer sus calles.Era el día de cumplir con las obligaciones para ganar el Jubileo, así que visite a la Virgen y acudí a la misa del peregrino y ya por la tarde visite el monasterio.
Tuve tiempo durante la visita a la Virgen de tener una larga conversación conmigo mismo, o lo que es lo mismo con mí conciencia, o lo que es lo mismo con lo que ella me dice que debo hacer o no hacer, lo que está bien o está mal, o sea que converse con El que puso en ella esas normas de conducta y, es que si esas normas están ahí alguien las tuvo que poner, yo no fui.
Todos advertimos desde niños, sobre todo desde niños, dentro de nosotros un mandato, no se trata de un sentimiento, de una mera opinión, una impresión o una visión de las cosas, sino de una ley, de una voz con la autoridad suficiente para impulsarnos a realizar unas cosas y evitar otras.
Si recordamos cuando éramos niños sabíamos lo que estábamos haciendo bien, sabíamos que engañar a nuestra madre estaba mal hecho, y nos sentíamos mal cuando lo hacíamos.
No quiero decir que esos mandatos interiores sean siempre claros, o que aparezcan siempre en concordancia con lo que nos gusta. Lo que me interesa remarcar es que esta voz manda, la conciencia nos alegra, nos acusa, promete, amenaza, enseña un futuro, da testimonio de su existencia.
Se distingue de nosotros. No tenemos poder sobre esta voz, o a lo mejor con mucha dificultad; no la hemos creado, y no la podemos destruir.
Sin querer entrar en el tema de “qué es lo que dice” la conciencia, lo que afirmo es que su existencia nos hacer salir de nosotros mismos a buscar a su dueño.
Hay momentos y lugares en los cuales es más fácil comunicarse y es día y en concreto en ese lugar era perfecto, allí escuche: “haz esto, no hagas aquello”. Puede ser que me digáis que esos mandatos es solo una ley de mi propia naturaleza, como lo es sentir pena o sentir alegría. No puedo estar de acuerdo. No. Es como el eco de una persona que me habla y que procede, después de todo, de fuera e mi.
Por eso cuando la obedezco, siento satisfacción; cuando la desobedezco dolor, es exactamente igual a lo que siento cuando complazco u ofendo a un amigo.
En fin, esa guía de la vida que llevamos implantada, que diferencia el bien del mal y da al bien una autoridad tal para podernos obligar, es la conciencia, la cual nos obliga también cuando hacemos algo mal a arrepentirnos y no a reprimirnos en la próxima ocasión, pero esto ya es otro tema o tal vez solo una continuación.
Buen y completo día el que pase en Guadalupe y que cumplió con lo que esperaba de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario