miércoles, 9 de septiembre de 2020

Día 9, sábado 5 de septiembre.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Estamos en sábado, 5 de septiembre de 2020, lo que significa que me encuentro en el noveno día de este viaje, que como primer objetivo tiene Guadalupe y su jubileo.

Día muy cómodo y agradable para ir en bicicleta, y además pocos kilómetros, 51, todo perfecto sin ninguna subida destacable, solo el paso por Ciudad Real podría haber representado una dificultad pero al decidir rodearla me he evitado cualquier problema con el trafico. 

Creo que los kilómetros diarios no son significativos, lo que marca el dureza de la jornada son los desniveles y el viento en contra, aunque no me quiero olvidar del calor. Se pueden hacer 90 o 100 kilómetros y no agotarnos si el recorrido es llano y si la meteorología es favorable. 

De todas formas la dureza de una etapa puede llegar a ser una sensación muy personal, y también de experiencia encima de una bicicleta. 

La experiencia nos ha enseñado, por ejemplo, una cosa muy lógica como que todas las cuestas se terminan antes o después, pero esto que todos lo sabemos hay que tenerlo pegado a la paciencia y a la tranquilidad cuando todo parece indicar que esta subida no se termina nunca. 

Todos sabemos que los puertos de montaña hay que empezarlos como un viejo para acabarlos como un joven, aunque una cosa es saberlo y otra muy distinta ponerlo en practica cuando el ansia por terminarlo nos domina.

La experiencia o la veteranía es algo que, si lo sabemos aprovechar, puede ir haciendo crecer nuestra madurez en estos viajes en bicicleta. La clave es saber aprovechar esos pequeños problemas que nos van sucediendo con cada salida, sacar esa lección oculta que encierra esa dificultad, lograr que nos mejore y nos prepare para la próxima vez que se repita. 

¿Y por qué lo que a unos les hunde a otros les madura y les hace tener confianza? Es posible que se deba en cómo se reciban esas dificultades. Si no se tiene la costumbre de meditar sobre ellos, o se medita pero sin acierto, sin saber abordarlo bien, se pierden excelentes ocasiones para aprovechar esa experiencia, o incluso se produce el efecto contrario.

El conocerse poco, la irreflexión o el victimismo, hacen que esas dificultades nos llenen de malas experiencias y de muy pocas enseñanzas. 

La experiencia encima de una bicicleta sirve de bien poco si no se sabe aprovechar. El simple transcurso de los años no siempre aporta, por sí solo, madurez a una persona. 

Es cierto que la madurez se va formando de modo casi imperceptible en una persona, pero la madurez es algo que se alcanza siempre gracias a un proceso, podríamos llamarlo, de educación y de auto-educación que debe saber ponerse en practica.

De todas formas es interesante aprender a no pedirnos más de lo que podemos ofrecer, aunque sin caer en un conformismo mediocre y gris. Hay que ser pacientes y saber ceder sin abdicar de nuestras ideas o objetivos.  

En fin, todos tenemos que aprender a tener paciencia y no solo con la bicicleta sino con casi todo en esta vida. 

Hay que vivir sabiendo que todos los grandes objetivos que alcancemos van a ser fruto de un esfuerzo continuado, que siempre cuesta y necesita tiempo. 

Podría terminar, con otro tipo de paciencia, también muy importante: la paciencia con la terquedad de la realidad que nos rodea. Porque si queremos mejorar nuestro entorno necesitamos armarnos de paciencia, prepararnos para soportar contratiempos sin caer en la amargura. Tenemos que conseguir ser dueños de nosotros mismos, aprender a robustecernos en medio de todas los problemas. 

Hay que valorar la paciencia, ese saber encajar los golpes de la vida, mantener la esperanza y la alegría en medio de las dificultades. 


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