Día 124, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
No será la última vez que intente hacer comprender a la persona que
acaba de decir: ¡perdono, pero no olvido! De las nefastas consecuencias de esa
actitud.
Y es que aquí de lo que en realidad estamos hablando es de
resentimiento, un sentimiento que nos puede amargar la vida si no somos capaces
de buscar contrarrestarlo a base de inteligencia y voluntad. Estamos hablando
también de egocentrismo, pues cuando se está centrado en uno mismo se reacciona
negativamente ante cualquier hecho que se considere un agravio o una ofensa,
dándole una importancia desproporcionada que guardamos en nuestro interior, a
veces hasta mucho tiempo después del suceso. Al no ser capaz de dominar el
propio yo, el resentimiento controla la situación, y nos aleja de la felicidad
a la que sin duda aspiramos.
Todos hemos podido comprobar que hay casos de personas que no se
dirigen la palabra durante años y años por algún conflicto pequeño o no tan
pequeño, aunque repitan para justificarse: “perdono, pero no olvido”. Y es que
el perdón es otra cosa.
Nos podemos encontrar a veces con personas que recogen todos los
momentos que consideran que las hieren y los guardan en su mente, bien para
“rumiarlos” una y otra vez, agrandando su importancia, o bien para,
“soltárselos,” en cuanto tengan ocasión, a la persona o personas que se los
provocaron. Veréis que no resulta fácil el trato con estas personas, porque hay
que pensarse las palabras que se le dirijan para que no se molesten.
Es verdad que muchas veces, aunque queremos olvidar una ofensa, no lo
conseguimos y acudimos la frase: “perdono, pero no olvido”. Sin embargo,
podemos decir que, si el perdón es auténtico, el deseo de olvidar también lo
será, y la ofensa irá, con el paso del tiempo, perdiendo fuerza hasta
extinguirse.
Y, llegados a este punto el tema se nos complica, pues el perdón no es
un asunto sencillo, con muchas aristas y muchas preguntas: ¿Hay que olvidar las
ofensas que nos hacen, o no?
Pues bien, no es fácil la respuesta: Sí, en el sentido de no guardar
rencor, primero porque es perjudicial para uno mismo, y segundo porque el
perdón es transformar la ofensa en compasión. Sin embargo, no podemos olvidar
haciendo desaparecer de la memoria aquello.
Además, no olvidar es creativo y
la memoria constituye nuestra identidad, cada recuerdo es un paso más hacia la
madurez. Perdonar es superar la ofensa y poder recordar sin rencor. El perdón
no requiere olvido.
Como veis no es fácil buscar ese equilibrio, sucede además que no se
puede controlar la memoria con la inteligencia, es una facultad distinta que
obra independientemente de nuestra voluntad y de la inteligencia. La prueba es
que, de hecho, a veces quisiéramos recordar algo y no podemos; y otras veces
desearíamos olvidar ciertas cosas y no se logra. Se trata, de recordar un
suceso sin faltar a ese amor que le debemos a todos y a todas las cosas.
El perdón es una decisión que
tomamos, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa,
no sentimos más rencor. Y olvidar es un método erróneo de conseguir una paz interior.
Si olvidamos una ofensa o un agravio sin hacer desaparecer el resentimiento
es como si enterrásemos algo en el jardín, lo único que conseguimos es que no
se vea. Se queda enterrado en el consciente, pero permanece vivo bajo tierra y
se va a manifestar en nuestra forma de actuar y en nuestros sentimientos.
Las ofensas hay que perdonarlas con amor. Es una forma de decir: “Voy a
prescindir de ellas, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos
modos”.
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