Día 120, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Desde que viajo y descubrí el mundo de las reseñas, me parece que vivo
demasiado esclavizado a ellas. Ya sea cuando busco un camping, un hotel, un
bar, una tienda, un taller de reparaciones, sea lo que sea que necesite, cuando
viajo, siempre miro las reseñas que tiene el establecimiento.
Lo estoy haciendo ahora que estoy preparando el viaje del año que viene,
ya estoy eligiendo los campings y las pensiones o casas rurales en función de
esas reseñas y eso me esta dando que pensar.
Creo que esas reseñas que nos ofrece Google Maps pueden ser útiles,
pero a la vez, ahora, empiezo a pensar que de alguna manera me están acostumbrando
a desconfiar de mi experiencia y de mi intuición. Me condicionan. Y es que si veo
que el camping tiene reseñas negativas busco otro si lo hay y si no, cuando
llego voy predispuesto a que va a ser un mal establecimiento. Y, al contrario,
si tiene reseñas positivas, las acepto sin problemas. La cuestión es que he
dejado de pensar por mi mismo y he dejado que decidan por mí.
¿Por qué permito que el punto de vista de otra persona reemplace la
aventura de descubrirlo por mí mismo?
Decidir estas cosas sencillas libremente implica rebelarse contra esa
voz digital que me dice que merece la pena y qué no. Implica darse cuenta de
que para gustos colores y que equivocarse también es parte de un viaje. No todo
lo que resplandece en la “red” tiene que ser bueno, ni todo lo que está poco
valorado merece ser ignorado.
Voy a intentar recuperar mi criterio a la hora de elegir los establecimientos
para el próximo viaje. Voy a atreverme a ir a ese sitio que no tiene ni reseñas,
ni pagina web, ni se encuentra en ninguna red social, a probar sin ninguna clase
de filtros, a viajar sin depender del veredicto de la multitud. Y es que la
libertad de pensamiento también se practica eligiendo sin miedo, sin reseñas y
sin permiso.
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