Día 114, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Estaba pensando ayer por la tarde que antes de la jubilación me gustaba
apurar las cosas hasta el último momento. Necesitaba un poco de presión para
sacar adelante lo que quería o que tenía que hacer. Me gustaba esa sensación de
saber que podía ir con tranquilidad, pararme, entretenerme por el camino con
otras cosas, estar con gente, participar en mil historias, porque después al
final acababa sacándolo todo adelante.
Hoy vivo de un modo muy diferente. Suelo preparar las cosas con mucha
antelación, calculando el tiempo que me va a llevar y aprovechando mucho los
tiempos muertos para tener compradas o preparadas cosas para las que todavía
queda.
Hay quien me dice que me he hecho viejo ¡puede que tengan razón! ¡Seguro
que la tiene! Pero lo que noto es que sigue siendo la misma forma de actuar. Me
gusta tener las cosas preparadas para poder continuar perdiendo el tiempo en todo
eso que parece que no cuenta, pero que en realidad es lo más importante de la
vida. Para poder pararme a charlar con las personas que me cruzo, para
poder tomarme un café a media tarde con algún amigo, para pasear sin prisa por dentro
de la casa, para tener tiempo para hablar con quién lo necesite, para poder celebrar
los acontecimientos importantes de la vida de las personas, y tantas
cosas.
Es verdad que muchas veces resulta un poco contradictorio estar
acelerado en según qué momentos, teniendo esa sensación de tener mil cosas que
hacer y de estar perdiendo el tiempo en pasear o tomando café. O cuando pienso
que podría haber aprovechado de otra manera esas horas del día que se me fueron
sin darme cuenta.
Lo cierto es que al mirar atrás y ver cómo se desarrolla mi día
a día siento que merece la pena. Que quizá todo ese tiempo que a veces creo que
he desperdiciado en realidad esté mejor empleado que otro mucho mejor “aprovechado”. Y
que quizá se esté haciendo realidad aquella sentencia espiritual de perder
ganando y ganar perdiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario