martes, 4 de noviembre de 2025

Día 113, del viaje a la maratón de Valencia. La dictadura del mérito y la cultura de la anulación.

     Día 113, del viaje a la maratón de Valencia.

¡¡¡Muy buenos días!!!



Los populistas, quiero decir, los movimientos populistas están surgiendo otra vez en Europa, parece que después de unos años donde los de tendencias de izquierdas surgieron con fuerza, recordemos a Podemos, Movimiento 5 estrellas o Zyriza, hoy vemos como los de derecha empiezan a coger fuerza, Vox, Trump, Orban…

Ante esto, me parece que estamos cometiendo un error al juzgarlos y sobre todo al criminalizar a sus seguidores, lo que esta haciendo que aumenten sus partidarios. Pienso que es necesario hacer una crítica, pero tan necesario o más es, comprender por qué aparecen. Y para eso es interesante que nos preguntemos: ¿Es comprensible su malestar? ¿Están las opciones moderadas agotadas?

Parece claro que si quiero terminar enseguida con las respuestas me bastaría con señalar y creo que con razón que la crisis económica, la corrupción o la globalización son causas bastante razonables. Pero al ver como gente normal, las personas con las que me relaciono empiezan a ver con buenos ojos esos movimientos empiezo a pensar que ahí hay un malestar de fondo.

Es verdad, que el centro derecha y el centro izquierda no han sabido o no han puesto la voluntad suficiente para si no arreglar, al menos aliviar, algunos de los problemas que nos afectan todos los días: la vivienda, la integración de la inmigración, la conciliación vida familiar/laboral… Además, sus casos de corrupción nos alejan de esos partidos. En el caso español nadie, que mire con un mínimo de honestidad la realidad, podrá decir que la corrupción es una exclusividad de la derecha o de la izquierda pues hemos visto casos escandalosos a derecha e izquierda.

Todo lo anterior nos puede, en parte, hacer comprender la proliferación de los populistas, sin embargo, veo además dos elementos que pueden explicar también ese malestar en las personas corrientes.

Me estoy refiriendo a la dictadura del mérito y la cultura de la anulación. Ambos elementos si los vemos con tranquilidad tienen una parte de aspecto positivo, sin embargo, al igual que cuando una verdad se hace única, se acaba degenerando, y esto es lo que nos está pasando.  

El dar tanta importancia al merito llega a producir lo que se viene llamando la dictadura del mérito, esto nos sucede cuando los que consiguen tener éxito en nuestra sociedad terminan creyéndose que se merecen el éxito que han conseguido. Pero esto tiene otra cara, y es la de la persona normal que no lo consigue, que es pobre también lo es porque lo merece. Y es que una cosa es la teoría del esfuerzo, donde cada persona debe aprovechar los dones que tiene y otra es la cultura del mérito, un concepto mucho más complicado y voluble ya que entran en juego muchas circunstancias que no dependen de nosotros. Lo que ahora hemos conseguido cada uno de nosotros ¿es sólo mérito nuestro? No es lo mismo nacer en Valencia que hacerlo en Gaza. Incluso, tampoco es lo mismo hacerlo en la capital que en un pequeño pueblo de la España vaciada.

 La dictadura del mérito quiere decir que si fracasamos toda la responsabilidad es nuestra. Es pensar que el esfuerzo sin éxito no sirve para nada.

El otro elemento que me parece que mueve a las personas hacia el populismo es la asfixiante mentalidad de lo políticamente correcto que se puede ver en la cultura de la anulación.

En este caso lo que sucede es intentar anular al que no piense como yo. Veamos, en nuestra sociedad nos encontramos con hechos que son positivos como la diversidad, la inmigración, tener una mentalidad abierta, pero eso no quiere decir que todo el mundo lo vea así. El centro izquierda comete el error al pensar que lo que es bueno para la sociedad no necesita ser explicado ni razonado, cuando vemos que ciertos cambios generan mucho nerviosismo en una parte de la sociedad.

Estamos viendo en los últimos años que quienes se creen y actúan como vigilantes de una supuesta corrección política se sienten con una presunta dignidad publica tal, que no necesitan explicar ni sus actos ni ratificarlos y se sienten con la autoridad de calificar de machistas, sexistas, racistas, imperialistas a los que no comulgan del todo con sus ideas.

Y aquí, de lo que hay que darse cuenta es que una cosa es tratar con respeto y dignidad a cualquiera y otra cosa es el no poder pensar libremente sobre cualquier tema sin más límite que respetar lo que establece el ordenamiento jurídico, aunque no estemos de acuerdo con ello y lo que la conciencia de nuestra educación nos dé a entender.

Las personas nos damos cuenta de que muchos de los que hablan de feminismo, de derechos humanos o de medio ambiente… en el fondo están repitiendo un simple eslogan político en el que no creen pero que es un discurso que resulta rentable. Por eso, lo subversivo hoy entre los jóvenes es ser de derecha porque es la contestación frente a esta cultura dominante.

La tiranía del mérito predominantemente en la derecha y la cultura de la anulación predominantemente en la izquierda han hecho una “pinza” a la persona normal, que ve cómo en su vida no encuentra la manera de realizarse y ambas teorías le hastían porque sus problemas cotidianos están en otra onda.

En realidad, si lo pensamos, nos daremos cuenta de que es muy sencillo tener un discurso populista, es tan fácil como elegir un problema real y buscar a alguien a quien culpar de ese problema y que conmigo en el poder las cosas serían muy distintas.

Si repasamos la historia nos daremos cuenta de que esta clase de movimientos no son originales. Basta repasar un poco la Republica Romana para darse cuenta de que todo esto ya ha ocurrido antes. Lo nuevo ahora es lo rápido que se propaga.

En fin, pienso que todos tenemos la suficiente inteligencia y experiencia para juzgar si la tiranía del mérito, o la cultura de la anulación o los cantos de sirena de los populistas nos dan una solución adecuada a la realidad o no. A nuestro vecino que está entusiasmado por las opciones populistas, en lugar de anularlo y despreciarlo, habrá que aconsejarle que se ponga a juzgar si son adecuadas o no. A juzgar juntos. Por supuesto, habrá que combatir a los populismos cuando se considere que conllevan un juicio errático como a cualquier opción política ¡faltaría más!

Pero asustar a las personas de que viene la extrema derecha y la demonización de su votante es añadir leña al fuego. Lo único que habrá que pedir a las llamadas extrema derecha o extrema izquierda es que no se traspasen los límites del ordenamiento jurídico.

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