Día 115, del viaje a la maratón de Valencia.
¡¡¡Muy buenos días!!!
Hablar de amor y de enamoramiento siempre está bien y nos reconforta,
lo hacemos muchas veces, y aun así nos sigue sorprendiendo en la mayoría de las
ocasiones. Recordamos cuando nos enamoramos y sentimos esa sensación tan
intensa que nos permite estar un tiempo en que todo lo que sucede a nuestro
alrededor carece de importancia. Todos nuestros sentidos se encuentran
centrados es esa sensación.
Y entonces solo queremos oír aquello que mantiene viva esa sensación,
lo mismo que nos sucede en nuestra vida cuando solo queremos escuchar aquello
que nos gusta.
No queremos saber lo que sucede a nuestro alrededor ni la verdad de las
cosas, queremos argumentos que nos mantengan en ese estado de enamoramiento,
argumentos que defiendan nuestra postura, nuestra forma de ver las cosas,
nuestras sensaciones. Sin embargo, la verdad nos exige continuamente ser
coherentes en nuestra vida.
En un estado de enamoramiento se da más importancia a lo que se siente
que al sentido común, incluso que a la verdad. Y es entonces cuando no estamos
dispuestos a escucharnos, ni a escuchar otra cosa, ni a nadie ni nada más. Y
las personas solemos tener una particularidad y es que cuando no estamos bien
dispuestos a aprender, no hay ninguna clase de explicación que nos enseñe ni
nos convenza.
He visto y veo parejas que a los tres meses de conocerse y con la única
razón de que: “Nunca he sentido con nadie lo que estoy sintiendo ahora”. Se
casan. Y ya está. Espero que se quieran mucho y por mucho tiempo y cada vez más.
Es fácil que así sea. Al menos, yo lo espero. Y, sin embargo, ¿por qué se le da
veracidad a un sentimiento y no se espera, al menos un tiempo, para ver cómo
evoluciona el mismo y que me va diciendo la cabeza? ¿Por qué esa incapacidad
para pensar, para razonar, para vivir la prudencia?
En estos tiempos nos encontramos con muchas relaciones que son un
estallido de emociones combinada con sexualidad que, cuando menguan, y todas lo
hacen, se encuentran con poco amor y mucha frustración.
Y, todos ya sabemos que el amor es algo más, no es una tormenta de
emociones y si se vive solo emocionalmente terminará fracasando. Cualquier cosa
que creemos emocionalmente se nos destruirá emocionalmente.
Para tener éxito en una relación, hay que estar preparado y dispuesto a
aceptar la verdad, lo que en realidad es esa relación. Sabiendo, además, que
esa verdad no hay que aceptarla solo para conocerla, sino para vivirla.
Las decisiones que impliquen grandes compromisos deben no solo pasar
por el corazón, tienen que ser pensadas con la cabeza.
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