viernes, 4 de julio de 2025

Día 55 del viaje a Roma. Vinaroz --- Torrenostra. Viernes 23 de mayo de 2025.

     “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)

Día 55 del viaje a Roma. Vinaroz --- Torrenostra.

Viernes 23 de mayo de 2025.

Distancia: 49,60 km.

Desnivel positivo: 256 m.

Velocidad media: 15,3 km/h. 


Seguimos volviendo a Pego, y ya deberíamos ir terminando no solo el viaje sino esa serie de consejos según los cuales un viaje nos debería de resultar más agradable.

Hoy un consejo que resulta fundamental para los despistados, pues de no seguirlo no habría forma de disfrutar de casi ningún día. No es otro que el de: “No os enfadéis si os equivocáis de camino”.

Enfadarse cuando nos equivocamos es una parte de todo proyecto que estemos realizando y lo es porque nuestros sueños y deseos, especialmente los más sublimes, suelen ir un poco por delante de nuestras esperanzas y no tenemos más remedio que convivir con las frustraciones, las incertidumbres y por supuesto con las equivocaciones al seguirlo. Y no es un drama, ni un error hacerlo. Porque, al fin y al cabo, esos cambios de humor son también señal de que nos importa lo que estamos haciendo y que ese viaje nos implica.

Esa impresión desagradable y molesta que nos aparece al darnos cuenta de que hace unos cuantos kilómetros que vamos en la dirección equivocada no debe dejar de ser eso, una impresión desagradable y molesta sin llegar más lejos. Debe quedarse ahí.

Cuando nos enfadamos, perdemos el control de nuestra persona, pasamos de estar tranquilos y disfrutando a cambiar todo nuestro carácter y en la mayoría de las veces no elegimos perder el control y enfadarnos, simplemente sucede, nos toma por sorpresa. Es una respuesta a algo negativo que nos acaba de suceder.

Por lo tanto, el sentimiento de enfado es un estado emocional normal. Lo que sí que no lo es, es la conducta agresiva que puede surgir de ahí, es decir, lo que el enfado me lleve a cometer. De modo que podemos enfadarnos más de alguna vez, pero debemos dominarlo y no permitir que éste tenga el control sobre nosotros. Es verdad que no podemos controlar cada sentimiento que tenemos, pero lo que sí podemos controlar es su reacción. Una cosa es sentir rabia y otra muy diferente es ponerla en acción. Y es que, sentir no es consentir, lo que quiere decir es que los sentimientos no se pueden valorar moralmente, es decir, no son ni buenos ni malos, en sí mismos tampoco son malos.

Cuando no controlamos nuestra reacción ante un desvió incontrolado de nuestra ruta, podemos llegar a reacciones muy fuertes y a perder los nervios.  Debemos tener en cuenta de que no siempre podemos dominar cómo vamos a reaccionar ante ciertas situaciones, pero siempre habrá algo que podemos hacer para evitar llegar a perder los estribos.

Al llegar a ese momento en el que sabemos que en cualquier rato podemos explotar, hay que dejar de lado nuestro coraje y rogar por tener templanza, que es la capacidad de tener dominio propio. No te dejes dominar por tu enojo, domínalo tú a él. 

Por lo tanto, queda claro que no tendremos un viaje sin problemas ni enfados, serán el pan de cada día. Pero está en nosotros curar y sanar esas heridas que se albergan al fin y al cabo en el corazón, que si no se dominan pueden causar mucho daño.

Hay otra frase que me viene ahora a la memoria que tiene algo que ver con este tema; “tengo derecho a equivocarme”. Se trata de la típica frase que hemos oído y dicho alguna vez. Nos surge alguna vez por que así lo creemos, pero no por ello tenemos razón, es una pequeña mentira que esta de moda.

De las equivocaciones debemos de sacar algo en claro, aprender. Estoy seguro de que a todos nos habrá pasado de que de un error con el tiempo hemos sacado algo positivo, porque fue un punto de inflexión, porque nos hizo recapacitar o porque descubrimos un bello paisaje.

Sin embargo, equivocarse nunca puede ser un derecho, porque a veces conlleva una dosis de dolor para nosotros y para otros.  Y porque decir que algo es un derecho incluye decir que es una posibilidad, y que por tanto no es tan malo. Y en las decisiones uno debe aspirar siempre al bien. Nadie tira un penalti para fallarlo.

Los errores llegan tarde o temprano y nos sirven para aprender, pero ya que estamos, mejor no equivocarse, porque no está el mundo para hacerse daño, así como así. Ojalá tengamos siempre la lucidez de acertar, aun sabiendo que equivocarse forma parte del camino y nos ayuda a crecer, pero nunca será un derecho, ni tampoco un drama, dicho sea de paso.

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