“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 56 del viaje a Roma. Moncofar --- Pinedo.
Domingo 25 de mayo de 2025.
Distancia: 60,86 km.
Desnivel positivo: 184 m.
Velocidad media: 16,6 km/h.
Penúltimo día del que ha sido un gran viaje, y aunque “hasta el rabo todo es toro”, como suele decirse, cruzar Valencia ya significa estar en casa.
Hay que llegar a esta altura del viaje para poder mirar atrás y poder verlo con otros ojos. Es ahora en que vemos cerca el final cuando ya sabemos que todo pasa, en este momento es cuando quizás ya tarde, recuperamos su esencia, esa misma esencia que nos ayuda a releerlo en su justa medida.
Ahora ya lo podemos comprender todo. Cuando imaginamos un viaje lo solemos hacer desde una doble perspectiva. Esa a la que, por ser tan realista o por ser demasiado imaginativa, le cuesta encontrar el punto de vista desde donde percibirlo en su justa medida. Trabajo complicado, ya que un viaje se confecciona, a partes iguales, de sensatez y de ilusiones.
Sólo ahora, cercano ya el final, puedo mirarlo y ver un poco más allá de lo que siempre tuve claro. Ahora ya se con seguridad donde se encuentra una de las claves de un buen viaje en bicicleta: no hay que ser un gran ciclista para hacer un gran viaje cicloturista.
No hace falta una forma física extraordinaria. Con poca es suficiente. Sólo necesitamos escuchar nuestro cuerpo y dejarnos guiar por él.
Todo gran viaje no es más que la suma de muchos pequeños retos, asequibles para cualquier persona con un poco de sentido aventurero que sienta la necesidad de transformar sus sueños y anhelos en una realidad nueva que necesita. La receta es sencilla y los ingredientes los tenemos todos: voluntad, amor a la vida y deseo.
Hoy, a fuerza de viajes y de alegres contratiempos, ya soy capaz de salir de mi zona de confort sin demasiados problemas. Hoy ya puedo darme cuenta de que, detrás de cada contratiempo, hay mucho más que un orgullo maltrecho.
En cuantas ocasiones hemos llegado a pensar que habíamos perdido la batalla, que habíamos fracasado en el viaje. ¿Quién podría imaginar que podría realizar un gran viaje? Porque sin darnos cuenta y a golpes de contratiempos, hemos ido asimilando y transmitiendo, la olvidada y, a la vez, necesaria pregunta. Una pregunta que se encuentra en las mentes y los corazones de las personas. Oculta, punzante, implacable, certera, sólida.
Y, sobre todo latente. A la espera de que aparezca, de nuevo, otro acontecimiento o viaje para ser devuelta a primera línea.
Sí, amigos míos, lo contrario y opuesto a la razón, lo que no tiene sentido, lo ilógico. Es el único camino a seguir para un ciclo viajero que decide hacer frente a lo evidente ante el resto de las personas: su edad, su forma física y su fragilidad.
Sí, querido amigo, el absurdo. El único camino a seguir para un ciclo viajero que ya ronda las siete décadas de vida y que un día de locura decidió subirse a una bicicleta y emprender viajes.
Todos aquellos de vosotros que dedicáis una parte de vuestro tiempo para intentar acercar a este presente, maltrecho y mal compuesto, a esas quimeras que desde la antigüedad los hombres soñaron, entenderán que, al igual que yo, se deben perder muchas batallas para ganar finalmente la guerra.
Y no hay mayor guerra que la del problema de la Conciencia.
Construiremos, como buenos hombres un presente amable desde ese futuro que soñaron nuestros antepasados al que todavía aspiramos. Y el poco tiempo que nos reste lo emplearemos en aprender a dejar volar nuestra imaginación para que nos ayude.
Y, descubriremos cuál es la pregunta más interesante, esa que nos dará la respuesta clave, la que nos mueve, la que desde donde brotará todo cambio.
¿Es sólo nuestra imaginación?
¿Realmente es sólo imaginación?
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