lunes, 10 de julio de 2023

Vila Nova da Gaia --- Fao. 07/07/23.

     “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton).


Vila Nova da Gaia --- Fao.

Distancia: 64,39 km. Media: 15,97km/h. Altura: 247 m.

Interesante la etapa de hoy, pues he cruzado Oporto con bastante facilidad, nada que añadir sobre Oporto que no se pueda encontrar buscando un poco, aunque el paseo que he dado por las dos orillas del Duero me han gustado especialmente.

Unos cuantos puentes he visto y por uno he cruzado el Duero para seguir paseando por la otra orilla, puentes que se construyeron para unir las dos orillas y a las gentes que las ocupaban. Parece obvio, sin embargo ahora estamos necesitados de constructores de puentes.

Aunque pensándolo bien me atrevería a decir que todos deberíamos de ser constructores de puentes, por supuesto no me refiero a los que unen orillas sino a los que unen personas. Sería una labor siempre interesante porque no hay tarea más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas. Sobre todo en un tiempo en el que tanto abundan los constructores de barreras. En un mundo de zanjas, ¿qué mejor que entregarse a la tarea de superarlas?

Pero hacer puentes y, sobre todo, hacer de puente, es tarea complicada. Un puente, por de pronto, es alguien que es fiel a dos orillas, pero que no pertenece a ninguna de ellas.

Mas si el puente no pertenece por entero a ninguna de las dos orillas, sí tiene que estar firmemente asentado en las dos. No "es" orilla, pero sí se apoya en ella, es súbdito de ambas, de ambas depende. Ser puente es renunciar a toda libertad personal. Sólo se sirve cuando se ha renunciado.

Y, lógicamente, sale caro ser puente. Este es un oficio por el que se paga mucho más que lo que se cobra. Un puente es fundamentalmente alguien que soporta el peso de todos los que pasan por él. La resistencia, el aguante, la solidez son sus virtudes. En un puente cuenta menos la belleza y la simpatía, cuenta, sobre todo, la capacidad de servicio, su utilidad.

Y un puente vive en el desagradecimiento: nadie se queda a vivir encima de los puentes. Los usa para cruzar y se asienta en la otra orilla. Quien espere cariños, ya puede buscar otra profesión. El mediador termina su tarea cuando ha mediado. Su tarea posterior es el olvido.

Incluso un puente es lo primero que se bombardea en las guerras cuando riñen las dos orillas. De ahí que el mundo esté lleno de puentes destruidos.

A pesar de ello, amigos míos, qué gran oficio el de ser puentes, entre las gentes, entre las cosas, entre las ideas, entre las generaciones. El mundo dejaría de ser habitable el día en que hubiera en él más constructores de zanjas que de puentes.

Un puente hacia los demás. Y el bendito oficio de ser puente entre personas de diversas ideas, de diversos criterios, de distintas edades y creencias.

Seamos puentes.

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