lunes, 3 de julio de 2023

Silveira --- Ferrel. 01/07/23

     “Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos” (G. K. Chesterton).

Silveira --- Ferrel.

Distancia: 34,16 km. Media: 11,14 km/h. Altura: 428 m.

Como todos los días muchos metros de subida, lo que se transforma en una media baja ya que el viento en contra no nos deja pedalear tan cómodos.

Hoy he cambiado en sillín de la bicicleta, pues lo que empezó ayer con un pequeño corte, esta mañana ya se podía considerar una grieta, y ante el temor de que mañana, domingo, estuviera partido he comprado uno en una pequeña tienda de Ferrel que estaba abierta.

Más vale prevenir que curar, aunque hubiese podido esperar algunos días más, pero la ocasión que se me presento con esa tienda, pensé que no se podía dejar pasar.

Hay trenes que nunca vuelven a pasar, oportunidades que no volverán, decisiones que luego no se pueden revertir. Si hubiese esperado es posible que hubiera perdido unas horas en buscar una tienda por no contar con el problema de pedalear con el sillín roto. Y en esta corta vida no es tiempo precisamente lo que nos sobra.

“Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando", decía Jorge Manrique, recogiendo, eso creo, una experiencia universal: la vida, la vida terrena al menos, se escurre entre los dedos como si se tratase de agua que quisiésemos retener.

 Estoy, no diré que en la última parte de la vida, sino, más bien, en la segunda etapa. Que se extenderá más o menos en el tiempo, pero que es ya, claramente, la segunda etapa, la última. Ya no es la mitad, es menos de la mitad, porque ya tengo 67 años.

Me habían dicho que a los 50 se sufría una crisis. Yo no recuerdo haber padecido ninguna a esa edad. Ya no sé si pensaré lo mismo cuando cumpla 70, si llego a cumplirlos.

Lo que más me sitúa ante esta a ante la realidad es encontrarme con compañeros de la infancia y de la adolescencia. Al hacerlo, tras muchos años sin verlos, me doy cuenta de cómo han cambiado. Y supongo que ellos tendrán la misma impresión sobre mí, que yo tengo sobre ellos.

Este proceso de envejecimiento es, digámoslo claramente, una aproximación a la muerte. Que sí, que puede sobrevenir al cualquier edad, pero que, mayormente, sobreviene a ciertas edades. A las que ya, peligrosamente, uno se acerca, aunque sea un poco de lejos de momento.

Pero este referirse al paso del tiempo, de la brevedad de la vida, se hace más dolorosa si uno piensa que, quizá, su vida ha sido leve hasta ahora. No se trata de revivir el pasado que, para bien o para mal, pasado está. Se trata, más bien, de aprovechar mejor el presente, en una especie de carpe diem no hedonista, sino fructífero.

Aprovechar el tiempo, ese recurso algo escaso; hacer bien lo que tengo que hacer; no dejar para mañana lo que quizá no llegue a mañana. Y, a la vez, una cierta reconciliación con nuestra biografía.

Estar contento de poder ser yo. Podemos querer ser nosotros en una versión mejorada, por expresarlo en cierta manera. Lo que no hay que perder  - me parece  - es el deseo de llegar a ser lo que, en algún modo, ya somos. Pero no del todo.

Donde el deseo se apaga, se apaga la vida. Hay que desear siempre, sin conformarse con la nada. Y el deseo más profundo, que no se ve descalabrado por la edad, es el deseo de ser eternos.

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