“Nuestra perfección no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer perfecto lo ordinario” – Gabriel de la Dolorosa.
Cee ---
Sisargas.
Distancia: 65,26
km. Media: 14,20 km/h. Altura: 962 m.
En el día de hoy he dejado
la costa para cruzar por el interior y me he adentrado en las montañas de
Galicia, pues eso, montañas y muchas subidas, al menos no hace calor y se
pedalea bien, ha sido un paseo por los bosques de eucaliptos que también son
interesantes.
Después de varias horas
por dentro del bosque tengo la sensación de ver las cosas desde el interior. En
presente. Pedaleo entre los árboles del bosque y me conmueve la intensidad de
lo que vivo. Vivo cada metro en profundidad. Cada minuto con toda el alma. Me siento
prisionero de todo lo que rodea.
Hay momentos en que me
agobian tantos árboles, o no ver el final del bosque, o no lograr ver el
horizonte. Me agobia la ausencia de un espacio ancho. Y me abruman las sombras
de los árboles, los ruidos del bosque que apenas distingo.
Sigo pedaleando como
puedo. Pedalada a pedalada. Pero es verdad que no siempre es así. Hay momentos
en los que me detengo en lo alto de una cuesta, en una de las pocas cimas que
llego a descubrir. Allí arriba todo es diferente. Puedo respirar con paz, con
más calma. Se llena el alma. Observo la inmensidad del paisaje. El horizonte
tan escondido, antes desconocido.
Es cierto que no alcanzo
a ver con la vista cada árbol, ni las hojas entre sus ramas. No logro ver lo
que antes me era tan cercano. Aquello que sentía tan intensamente. Pero no
importa. Desde arriba la vida tiene otra dimensión.
En lo alto, lo miro todo
con paz sentado en el quitamiedos. No tengo prisa. No pasa el tiempo. Cargo el
alma de luz y me lleno de esperanza.
Me gustan esos momentos
que se presentan de vez en cuando en mi vida. Me sorprenden. Rompo la rutina
para guardar una pausa. Contemplo. Miro. Espero. Percibo. Callo.
Necesito pararme.
Necesito contemplar mis pasos. Necesito la pausa para poder contemplar todo lo
que he subido y lo que supongo tendré que bajar. Me gustan los dos momentos, cuando
me muevo y cuando me paro, cuando peleo en la subida y cuando me paro a mirar.
Cuando me canso y cuando descanso. Hay tiempo para los dos momentos. En los dos
soy yo mismo.
Si algún día siento que me
inclino más hacia uno o hacia otro, me altero. Si de repente un día me apetece
descansar en una playa me preocupo. Ambos son sagrados, y en ambos lo mejor de
mi mismo se hace realidad. Necesito vivir en el presente cuando me muevo y
cuando me detengo
En fin, continuo un día
más pedaleando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario