lunes, 6 de abril de 2020

Se nos ha ido de las manos.

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)


Vigesimotercer día de la cuarentena, y parece que vamos mejorando o lo que es lo mismo vamos empeorando aún con los contagiados y con los muertos pero más lentamente, esperemos que muy pronto ya no aumenten, todos los porcentajes van disminuyendo menos el de curados que va aumentando, como debe ser.
En estos días me estoy dando cuenta que ponerse catastrófico en estos días no es muy popular, la verdad es que nunca lo ha sido. Estos días estamos más inclinados por un optimismo muchas veces sin contenido que nos dice eslóganes del tipo “¡Unidos venceremos!”, en lugar de reconocer que este problema se nos ha ido de las manos y que el coronavirus ha sido un desastre por la cantidad de vidas humanas y lugares de trabajo que ya se ha cobrado.
Estamos en días difíciles para todos. El sufrimiento de quien haya perdido a un familiar o amigo sin haberles podido acompañar me parece terrible. El dolor por el que esta pasando el mundo nos debe doler a todos. Por eso me cuesta mucho, por respeto a los muertos, unirme al pensamiento único que nos impone hacer deporte en el pasillo mientras canto “Resistiré” y gritar “¡Unidos podemos!” y, por la noche, aplaudir al personal sanitario en lugar de rebajar el tono épico y centrarnos en lo que ellos están pidiendo a gritos: material de protección, porque quizás, tal vez, los sanitarios de este país no quieran ser los héroes en los que les hemos convertido a la fuerza.
La mansedumbre vacía, siempre a sido enemiga de la unidad de las personas. El aplauso de las ocho es un momento bonito para darnos ánimos entre los vecinos. Por supuesto. Ponemos música, bailamos y aplaudimos dando gracias. Respecto al deporte, yo personalmente lo necesito y estos días me apaño como puedo, también procuro ver lo bello y luminoso de la vida, pero no comparto del todo ese grito vacío y repetido hasta la saciedad de que “unidos venceremos”, porque ese grito tiene que estar lleno de contenido.
 A nosotros se nos ha ido de las manos. A nivel social, hay que bajar la cabeza y reconocer que esta pandemia ha sido una masacre de vidas y puestos de trabajo y rebajar el tono épico a nuestra lucha. Si la humildad no entra en escena, no hay héroes que valgan. Serán ídolos que tal vez nos impidan nuevamente levantar la mirada y hacer las cosas de diferente manera.
Una pregunta que me ronda por la cabeza estos días es la de por qué las personas reaccionamos de maneras tan distintas, incluso tan opuestas, ante los mismos hechos. Por qué un dolor o la muerte de un ser querido vigoriza e incluso ilumina a algunos, mientras destruye y amarga a otro. Por qué hay hombres que valoran en todo y sobre todo las horas positivas, que hay en toda la vida, mientras otros sólo ven horas oscuras, que las tenemos todos. 


Tengo que decir que no encuentro una respuesta lo suficientemente clara. Porque, de lo que no cabe duda es de que esa tremenda diferencia de reacciones existe. Y también es evidente que esa manera distinta de enfocar la vida ofrece a algunos un alto nivel de equilibrio y de felicidad y acaba conduciendo a la angustia o la depresión a otros.
Pero lo que sí resulta sorprendente es la esperanza. Cada día leo periódicos, escucho la radio, busco en internet noticias positivas, datos que me permita pensar que eso que hoy va tan mal, mañana irá mejor. Sin esta esperanza los sanitarios no se esforzarían, las personas no tomarían precauciones. La esperanza es lo que nos mueve y nos sostiene. Pero resulta sorprendente que el presente no augure nada bueno y, sin embargo, estemos luchando por un mañana mejor. Hace falta una gracia increíble para convencerse de que después de cada noche viene un nuevo día.

Buenas Noches.

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