“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Trigésimo día de la cuarentena, continuamos con la misma
tónica, recluidos en casa, en suspenso.
Empieza a ser interesante ponerse a pensar en cómo nos tendremos que enfrentar a lo que nos vendrá después de la cuarentena. Hay que
comenzar a prestar atención a los discursos, a todos los discursos, a los
buenistas, a los que defienden el globalismo y a los que están a favor del
“papá” Estado. Tenemos que estar alerta, eso es lo que pienso yo, tenemos que
hacer como los boxeadores cuando saltan al cuadrilátero, mantener la guardia
alta y la defensa rápida y contundente.
Creo que acierto al pensar que ese es nuestro trabajo,
razonar bien todo lo que nos van a contar en las próximas semanas. Soy de la opinión
que deberíamos volver, en cuanto podamos, a recuperar las viejas recetas,
aquellas que siempre nos funcionaron, que permitieron la vida tranquila de
nuestros padres hasta que fue siendo poco a poco arrinconada por los seguidores
de esas ilusiones que crea el crecimiento continuo, también de los que defendieron
las bondades de la deuda publica y de la necesidad de transformar la economía
real en redes de terracitas y hoteles con todo incluido. También, de aquellos
que nos vendieron como una emancipación y liberación la desaparición de la
familia y la desaparición de los horizontes humanos y espirituales, que los
sustituyeron por los materiales y profesionales.
Pero, para esto tendremos que hacer algunos cambios, fundamentalmente
en dos aspectos de nuestra vida. En primer lugar como trabajadores que somos y
a la vez productores, nos deberíamos dedicar a levantar una economía real, destinada
a procurarnos de bienes y abastecimiento, sostenida en lo que tenemos en las
manos y no en deudas y especulaciones. Evidentemente esto es difícil, porque no
basta con querer dedicarse a hacer algo sino que hay que poder hacerlo, tener
los medios. Pero quien tenga la capacidad debería pensar en aceptar los
desafíos y riesgos de esa aventura. Será difícil, porque ya se encargaron de
aniquilar las iniciativas de inversión y préstamo justo y productivo
sustituyéndolas por entidades bancarias demasiado usureras. En segundo lugar, el
otro aspecto que tenemos que tener en cuenta es como vecinos y consumidores que
somos. Muy probablemente muchos no podrán elegir a qué dedicarse, pero sí podrá
–y deberá, que aquí está la cuestión- volcarse con el que sí pueda y lo haga.
Es hipócrita por mi parte anhelar un modo de vida más tranquilo,
con pequeñas tiendas y profesionales promoviendo la economía de nuestros
pueblos y llenando de vida nuestras calles si eso lo concibo solo cómo una
posibilidad, pero a la hora de la compra cojo el coche y me voy al centro
comercial. Pues eso. Habrá quien pueda intentar empezar de nuevo a pequeña
escala. Si no le apoyamos, estaremos colaborando con su ruina.
Y eso pasa por abandonar totalmente toda nuestra rutina de
antes de la cuarentena. Esa que nos vendía como normal encadenarnos a una deuda
perpetúa a cambio de que estuviésemos acostumbrados a pasar los fines de semana
en los confines del país. Que era no ya normal sino conveniente acaparar bienes
inútiles por estar moda. Que nos llevaba a aceptar que los bienes duran poco
tiempo y cuando no funcionen o no nos guste algo, se tira y se compra otro, más
al día. O que lo importante de la vida es que las palabras terminen en o sino
en @ o x. Que nuestras apetencias son derechos y que nada hay inmutable. Que la
única verdad es el progreso infinito.
Hasta ahora, la economía liberal os ha acostumbrado a
vivir no ya al día, sino por adelantado. Nos hemos acostumbrado a consumir
productos absolutamente accesorios y superfluos que nos han vendido como
«nuevas necesidades» metiéndonos para ello en una espiral de deuda y de
economía ficción sin respaldo alguno de riqueza real. Y es precisamente por eso
por lo que nos vamos a ver con la capacidad de reacción absolutamente bajo
mínimos. Porque no vamos a tener un respaldo de economía real.
Me parece que no vamos a salir en muy buenas condiciones después
de la cuarentena, pero ya veremos, no suelo tener demasiado ojo para esas cosas.
Buenas Noches.
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