lunes, 13 de abril de 2020

Prestar atención a los discursos.

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)   


Trigésimo día de la cuarentena, continuamos con la misma tónica, recluidos en casa, en suspenso.
Empieza a ser interesante ponerse a pensar en cómo nos tendremos que enfrentar a lo que nos vendrá después de la cuarentena. Hay que comenzar a prestar atención a los discursos, a todos los discursos, a los buenistas, a los que defienden el globalismo y a los que están a favor del “papá” Estado. Tenemos que estar alerta, eso es lo que pienso yo, tenemos que hacer como los boxeadores cuando saltan al cuadrilátero, mantener la guardia alta y la defensa rápida y contundente.
Creo que acierto al pensar que ese es nuestro trabajo, razonar bien todo lo que nos van a contar en las próximas semanas. Soy de la opinión que deberíamos volver, en cuanto podamos, a recuperar las viejas recetas, aquellas que siempre nos funcionaron, que permitieron la vida tranquila de nuestros padres hasta que fue siendo poco a poco arrinconada por los seguidores de esas ilusiones que crea el crecimiento continuo, también de los que defendieron las bondades de la deuda publica y de la necesidad de transformar la economía real en redes de terracitas y hoteles con todo incluido. También, de aquellos que nos vendieron como una emancipación y liberación la desaparición de la familia y la desaparición de los horizontes humanos y espirituales, que los sustituyeron por los materiales y profesionales.
Pero, para esto tendremos que hacer algunos cambios, fundamentalmente en dos aspectos de nuestra vida. En primer lugar como trabajadores que somos y a la vez productores, nos deberíamos dedicar a levantar una economía real, destinada a procurarnos de bienes y abastecimiento, sostenida en lo que tenemos en las manos y no en deudas y especulaciones. Evidentemente esto es difícil, porque no basta con querer dedicarse a hacer algo sino que hay que poder hacerlo, tener los medios. Pero quien tenga la capacidad debería pensar en aceptar los desafíos y riesgos de esa aventura. Será difícil, porque ya se encargaron de aniquilar las iniciativas de inversión y préstamo justo y productivo sustituyéndolas por entidades bancarias demasiado usureras. En segundo lugar, el otro aspecto que tenemos que tener en cuenta es como vecinos y consumidores que somos. Muy probablemente muchos no podrán elegir a qué dedicarse, pero sí podrá –y deberá, que aquí está la cuestión- volcarse con el que sí pueda y lo haga. 


Es hipócrita por mi parte anhelar un modo de vida más tranquilo, con pequeñas tiendas y profesionales promoviendo la economía de nuestros pueblos y llenando de vida nuestras calles si eso lo concibo solo cómo una posibilidad, pero a la hora de la compra cojo el coche y me voy al centro comercial. Pues eso. Habrá quien pueda intentar empezar de nuevo a pequeña escala. Si no le apoyamos, estaremos colaborando con su ruina.
Y eso pasa por abandonar totalmente toda nuestra rutina de antes de la cuarentena. Esa que nos vendía como normal encadenarnos a una deuda perpetúa a cambio de que estuviésemos acostumbrados a pasar los fines de semana en los confines del país. Que era no ya normal sino conveniente acaparar bienes inútiles por estar moda. Que nos llevaba a aceptar que los bienes duran poco tiempo y cuando no funcionen o no nos guste algo, se tira y se compra otro, más al día. O que lo importante de la vida es que las palabras terminen en o sino en @ o x. Que nuestras apetencias son derechos y que nada hay inmutable. Que la única verdad es el progreso infinito.
Hasta ahora, la economía liberal os ha acostumbrado a vivir no ya al día, sino por adelantado. Nos hemos acostumbrado a consumir productos absolutamente accesorios y superfluos que nos han vendido como «nuevas necesidades» metiéndonos para ello en una espiral de deuda y de economía ficción sin respaldo alguno de riqueza real. Y es precisamente por eso por lo que nos vamos a ver con la capacidad de reacción absolutamente bajo mínimos. Porque no vamos a tener un respaldo de economía real.
Me parece que no vamos a salir en muy buenas condiciones después de la cuarentena, pero ya veremos, no suelo tener demasiado ojo para esas cosas.

Buenas Noches.

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