sábado, 4 de abril de 2020

Inquietar y aquietar.

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Vigésimoprimer día de la cuarentena, vamos acumulando días con la esperanza de que esta cuarentena termine pronto, a ser posible antes de los cuarenta días que nos describe su nombre, esperemos.


Esta mañana he recibido un whatsapp que me dice que le había gustado mi “Buenas Noches” y, le he estado dando vueltas un poco a esto, si bien hace casi tres años que explique el motivo de estos escritos, pasados los años me he visto en la necesidad de reflexionarlos.
Uno de los motivos es porqué me gusta pensar que le puede servir a alguien. De hecho, esta mañana, me he quedado confundido, me gusta que le guste a alguien lo que escribo pero para mí, me gustaría más que me dijeran: “¡Qué útil me fue tal día!” o ¡Cuánto me ayudó!
Esto presenta varios problemas: ¿Cómo y en qué puede ayudar un “Buenas Noches”? No penséis que la respuesta es fácil, porque aquí las cosas se complican, pues se puede inquietar con las reflexiones o aquietar. Se puede escribir para despertar con las ideas a los dormidos y se puede escribir como un calmante para serenar a los angustiados o animar a cansados. Aquí es donde esta mañana me encontraba yo, indeciso.
He repasado por encima lo que escrito y creo que en el principio generalmente escribí para inquietar, para sacar a mis amigos de su sueño. Para exponer la negrura de la vida que la mayoría de la gente trata de ignorar, no para consolar o confortar y mucho menos para deleitar, sino inquietar, diciendo alguna verdad que algunas veces fue mal recibida. En esos años yo estaba convencido que el gran problema de la sociedad era que estaba dormida, que la mayoría de la gente se dejaba resbalar por vida, sin vivir, sin querer siquiera ver la negra realidad. 


Pero, viendo lo escrito el año pasado y algo de este me he dado cuenta que ha habido un cambio, parece que ya no estoy tan seguro de que la mayoría de la gente esté dormida y no vea la negrura de la vida, sino que lo sabe y que vive angustiada; que no es que no “quieran ver” lo que deben hacer, sino que de hecho no “ven” las salidas porque su misma angustia se lo impide. Creo que no puedo mostrar una realidad de color rosa pero tal vez debería intentar ayudar más a entender, a serenar, a descubrir esos lugares de alegría que también existen y nadie quiere ver. No se trata, pues, de consolar a nadie, pero sí de ayudar a muchos.
Al final pienso que voy a tener días más inquietantes y días más consoladores, días en que me acercaré al Apocalipsis, en que todo el mundo me parecerá una porquería, y otros en lo que todo me parecerá bueno. Estoy seguro que la verdad está, no en el medio, sino en los dos extremos a la vez, manteniendo el equilibrio.
Porque ¿no es cierto que la realidad tiene tantas caras como días?

Buenas Noches.

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