“Dicen que los viajes ensanchan las ideas,
pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Hace nada que he terminado de leer el último libro sobre
una vuelta al mundo, ya no voy a leer ninguno más mientras dure la cuarentena,
no creo que pueda soportar más inyecciones de moral cuando no puedo moverme, y
es que “puedo morir de amor” por los viajes.
“A solas con el mar” de Naomí James es un buen libro de
viajes, de personas que no le tienen miedo a la soledad y que tienen la
serenidad y sosiego suficiente para enfrentarse a un reto tan exigente.
En una entrevista publicada cuando termino el viaje nos
lo dice: «Emprendí este viaje, primero, porque me gusta estar sola, y también
porque quería ponerme a prueba en una situación difícil y ver si era capaz de
resolverla», cuenta Naomí James. «Aunque varias veces viví momentos
angustiosos, sobre todo cuando me encontraba a doscientas millas del cabo de Hornos,
en medio de una tormenta, con olas de nueve metros, en la que temí zozobrar,
nunca pensé en abandonar la aventura. Ahora sé que volvería a hacer la travesía
si sintiera de nuevo necesidad de ello.»
Ah, pero no nos dice que “necesidad”, nos deja en la incertidumbre,
nos deja a cada uno de nosotros el trabajo de buscar el motivo por el cual
volvería a emprender ese viaje, aunque los viajeros ya deben de saberlo, al
menos, cada una sabe el motivo del suyo.
¿Existe una necesidad de viajar? No sé, puede ser, pero
es posible que se sienta una necesidad de estar solo o una necesidad de
tranquilidad y silencio, y estos viajes en solitario son el escenario perfecto
para conseguirlo. Más en nuestros tiempos donde parece que el ruido es
necesario para estar a gusto, para divertirse, para disfrutar de la vida. El
culto a la verborragia parece estar a la orden del día y se le tiene miedo al
recogimiento y a los minutos de un descanso sereno, sin sonidos.
Alguna vez no os ha pasado que nos ponemos a oír música o
vemos la televisión solo para evitar el silencio y así poder escapar de
nuestros pensamientos; una excusa para no enfrentarnos con nosotros mismos, a
nuestras limitaciones y sufrimientos. Parece claro que descubrirse a uno mismo
debe ser una de las tareas más arduas y difíciles en la vida, que sin duda
requiere de paz interior, de madurez y de plena conciencia de nuestra realidad
personal, esa que nos acompaña todos los días de nuestra existencia.
He pasado muchas horas corro en bicicleta sin otro
acompañamiento que el del entorno que me rodeaba y nunca me ha molestado esa
compañía, por eso no entiendo muy bien a los que lo hacen acompañados de unos
auriculares intentando evadirse, ¡evadirse de qué! ¡de sí mismos! La necesidad
de tener que utilizar siempre una radio o música nos aleja de la posibilidad
para elaborar pensamientos coherentes y propios, que sean personales y no
dictados por las líneas de un diario o las noticias de una televisión.
Pienso que es necesario encontrar cada día un rincón de
silencio, para detener el vertiginoso trajinar del día y examinarnos lejos de
los acontecimientos que nos envuelven y nublan nuestra capacidad de sentirnos
felices y a gusto con nosotros mismos.
Una de las cosas que aprendemos en esos momentos de
soledad y tranquilidad que aparecen tantas veces en un viaje en bicicleta o
andando es a estar con uno mismo, es a invitarnos a que la reflexión y el
razonamiento forme parte activa de la vida.
Por eso creo que se vuelve más sabio de esas
experiencias, pero como he dicho alguna vez, hay que volver para poder
enseñarlas a los demás. En muchos comentarios y escritos de muchos viajeros he
podido leer y escuchar que la “vida hay que vivirla” y es verdad, pero, vivir
es sobre todo “hacer vivir” y si no hacemos vivir a los demás, nuestras
experiencias y enseñanzas, por mucho que nos instruyan van a ser estériles.
«Para mucha gente lo que he hecho es sólo un viaje
alrededor del mundo. Pero para mí es algo más: una forma de vida, una
experiencia maravillosa de la que ahora únicamente recuerdo horas y días de
nada», comenta Naomí James, un comentario que nos puede servir para reflexionar.
Buenos Días.
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