“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Se está terminando el domingo, solo nos queda de este fantástico día quedarnos con
lo positivo que nos ha aportado y esperar que esta noche sea tranquila, y así,
mañana a las 08:05 horas cuando amanezca estaremos en condiciones de saborear el
nuevo día, que aunque sea lunes no tiene porqué ser un mal día y más sabiendo
que se celebra la festividad de san Blas.
Como
la temperatura ha sido exageradamente alta para estar a principio de febrero, que
hayamos comentado en diferentes ocasiones lo loco que está el clima y lo
importante que es conservar el ambiente del planeta tierra no ha sido raro.
Y,
estos comentarios de hoy, me llevan a realizar ahora algunas reflexiones: todos
estaremos de acuerdo en que toda acción humana debe implicar siempre la búsqueda
de algún bien, por lo tanto todo lo que se haga para conservar el ambiente del
planeta tierra sigue ese criterio.
Hasta
aquí todos de acuerdo, supongo, pero ahora se me ocurre una pregunta: ¿en qué sentido o por qué es
un bien conservar el medio ambiente, proteger los ecosistemas, invertir para la
mejora del aire, detener los cambios climáticos?
Es una buena pregunta, sobre
todo porque las respuestas serán diferentes según las ideas que cada uno tenga.
Para unos, proteger el ambiente es algo bueno porque resulta necesario para la
conservación de la vida.
Para otros, conservar el
ambiente es un deber ético porque no podemos alterar lo que un proceso cósmico
y evolutivo de milenios nos ha dejado como herencia para nuestra generación y
para las generaciones futuras.
Y habrá otras respuestas, pero
si lo pensamos un poco nos daremos cuenta que en todas existe un aspecto que es
común: todas aprecian la vida como un bien en sí mismo. Por lo que, todo lo que
hagamos por conservarla sería algo bueno, justo y necesario.
Pero, nos surgen ahora otras
preguntas que nos muestran lo complicado que resulta este tema, veamos: ¿hablamos
de la vida en general o de cada uno de los vivientes en particular?, o esta
otra: ¿Qué valor puede tener un ser viviente concreto, destinado a morir, en
relación con la esperanza de que otros seres vivientes le sucedan a lo largo de
un periodo de tiempo más o menos indeterminado?
Además, ¿cambiaría todo si
llegase el momento, que esperamos llegue dentro de muchos miles de años, en el
que nuestro planeta fuera destruido o dañado gravemente por fenómenos
astronómicos fuera de nuestro control?
No nos pongamos tan dramáticos,
pero preguntémonos: ¿qué sentido tiene trabajar por el medio ambiente si explotase
en la tierra alguna extraña infección que destruyese a todos los seres humanos
en un tiempo más o menos breve?
Esas y otras preguntas muestran
cómo la vida, que tanto apreciamos, carece de garantías de continuidad en
nuestro planeta, pues factores internos o externos, incluyendo las actividades
humanas, basta con pensar en las terribles consecuencias de una guerra nuclear,
la amenazan seriamente.
A pesar de todos esos
problemas, los esfuerzos por conservar el ambiente buscan un bien importante,
porque creemos que la vida o, mejor, que los seres vivos, tienen valor en el
conjunto del universo. Y porque también creemos que vale la pena justificar ese
valor a la hora de promover acciones que sean eficaces, en la medida de lo
posible, para tutelar tales vidas ante peligros presentes o futuros.
Feliz Noche.
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