“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
¡Muy
bien por este lunes!, buena temperatura, y todo lo que me había propuesto
realizar ha salido bien, así que nada más que pedirle a este lunes. Vamos a ver si
mañana cuando salga a las 07:57 horas nos encontramos con otro buen día, por
cierto, mañana se celebra Nuestra Señora de Lourdes.
Esta
mañana no he podido terminar como quisiera, pues he dejado en el aire la
posibilidad de que no complicarse la vida es bueno, y lo puede ser solo en
contadas ocasiones.
Hay que ser valientes en nuestras reflexiones, para así adquirir
más coherencia. Vivir con deseos de ser interpelado por lo que observamos,
escuchamos o leemos es quizá una de las cosas que más contribuyen a sacarnos de
nuestras primeras etapas de nuestra vida y que más nos impulsan por encima de las
simples modas que nos rodean.
Es verdad que se puede tener una mayor o menor facilidad
natural para profundizar según la forma de ser de cada uno, pero para tener una
mejor comprensión de la realidad tenemos que ser nosotros los que observemos,
escuchemos y leamos, reflexionándolo todo.
Esa comprensión de la realidad irá creciendo a medida que vayamos logrando asimilar las vivencias que día a día acumulamos y nos hagan cambiar poco a poco. A quien le falta esa sensibilidad, su carácter superficial no le permite pensar, le hace creer que lo más seguro es dejar las cosas como están y no complicarse la vida.
Esa comprensión de la realidad irá creciendo a medida que vayamos logrando asimilar las vivencias que día a día acumulamos y nos hagan cambiar poco a poco. A quien le falta esa sensibilidad, su carácter superficial no le permite pensar, le hace creer que lo más seguro es dejar las cosas como están y no complicarse la vida.
Es importante que pongamos ilusión en las cosas, que nos creemos
un ideal de vida, que nos propongamos seriamente dejar algo de rastro a nuestro
paso, no conformarnos con lo rutinario, con lo fácil, con aquello a lo que se
llega sin apenas esfuerzo.
Ese inconformismo lo encontramos en las personas que
aún no ha sucumbido ante este paralizante conformismo, (disfrazado de realismo,
de tener los pies en la tierra y algunos otros tópicos), que tanto afecta a quienes
han perdido ya el frescor de la juventud. Hay personas que no pierden la juventud
de espíritu porque logran enriquecer su interioridad, logran mantener su
capacidad de creer, su capacidad de asombro, su ilusión por los ideales.
Tenemos que tener en cuenta que hay opresiones que vienen
de fuera, pero hay una opresión que nace dentro de nosotros, del propio conformismo,
y ésa es la más temible. Si lo pensamos nos daremos cuenta que el mayor grado
de decadencia está siempre dentro de nosotros. Aunque el ambiente siempre contagia,
cada persona tiene lo más valioso en su interior, y debe lograr imponer su
capacidad para distinguir y elegir su propio camino.
Me encuentro con personas que dicen que ya no creen en nada,
y lo dicen de manera altiva y suficiente. Quizá piensan que diciendo eso quedan
muy bien, pues aún quedan ambientes en que a la falta de principios y creencias
se le encuentra algo de gracia, pero lo que sucede de modo más habitual es que
esas personas no se atreven a salir de su egoísmo, simplemente.
Buenas Noches.
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