“La imparcialidad es un nombre pomposo para la
indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton)
Se
me ha hecho tarde, el día y la noche lo merecía, por eso no quiero acostarme
sin escribir algo sobre el día de San Valentín o como se suele llamar ahora el
Día de los Enamorados. Terminaría rápidamente si buscase una frase recurrente y
la publicase, pero el Amor no es tan fácil de explicar ni de vivir.
Existen
algunas consideraciones que he repasado en el día de hoy sobre el amor y que
creo que es interesante que las comparta.
A mi entender, una de las grandes confusiones del mundo
de hoy, que impide a millones de personas entender lo que significa la familia,
es la confusión entre amor y enamoramiento. Por eso tantos dicen que cuando un
matrimonio ha “fracasado”, lo mejor es “rehacer su vida”. De ahí vienen también
ideas como que el matrimonio “sólo es un papel” o que no tiene sentido la indisolubilidad
del vínculo cuando “el amor se ha acabado”. En general, es una confusión que
distorsiona por completo el concepto mismo de amor y por lo tanto de la pareja,
así cómo del matrimonio, que es la base de la familia.
Para entender bien este tema, hay que buscar lo que
quiere decir cada palabra. El enamoramiento es, antes que nada, un sentimiento.
Nos sentimos enamorados igual que sentimos hambre o sed. Como tales sentimientos,
no dependen de nosotros; son cosas que nos suceden, no cosas que nosotros decidimos.
Por mucho que nos esforcemos, no podemos sentir hambre a base de fuerza de voluntad,
ni sed cuando acabamos de beber, ni enamoramiento por alguien de quien no nos
hemos enamorado. El enamoramiento, pues, es una pasión, no una acción, con
todas las consecuencias que tiene esa distinción.
Si tenemos esto claro nos daremos cuenta que el enamoramiento
es algo bueno, pero, al igual que sucede con todas las demás pasiones, siempre
existe el peligro de confundir el medio con un fin. Es una confusión normal
cuando somos jóvenes, porque a menudo lo que en verdad pensamos es que el enamoramiento
en sí es lo que se siente al enamorarse. Más que amar a alguien, se podría
decir que estamos “enamorados del amor”. Se trata de una perversión de lo que
es el enamoramiento, porque en lugar de ponerse al servicio del amor verdadero,
se absolutiza y toma su lugar. Convertir en un valor absoluto el enamoramiento
es, en realidad, un narcisismo, ya que implica que lo que realmente me importa
es un sentimiento que yo tengo, es decir, lo que importa a fin de cuentas soy
yo, yo y nada más que yo.
¿Que esta pasando pues? Qué por desgracia esa concepción
inmadura de lo que es el amor, se ha hecho permanente en nuestra sociedad, una
sociedad que es alérgica a todo lo que sea compromiso, sacrificio, entrega
definitiva y permanencia. A mi juicio, esta confusión entre lo que es un simple
enamoramiento y el verdadero amor es la causa de la mayoría de los problemas
que sufrimos con nuestras parejas.
Si ahora, continúo reflexionando en la diferencia entre
amor y enamoramiento, convendría que tuviera en cuenta una característica fundamental
del enamoramiento y es que es efímero, se acaba. Cuando la gente dice que “el
amor se ha acabado”, lo que en realidad quieren decir es que el sentimiento del
enamoramiento se ha terminado. Y entonces surge el miedo, los problemas y
muchas veces la destrucción de la pareja. Es una postura equivocada, pero que
tiene cierta lógica: si lo importante es el enamoramiento, porque el amor en
realidad consiste en enamoramiento, cuando ese enamoramiento se acaba, ya no
hay nada que hacer: el “amor” ha desaparecido. La solución a este dilema está
en saber desde el principio que ese “amor” no es realmente el amor.
¿Quiere esto decir que debemos huir del enamoramiento
como algo engañoso, que promete eternidad pero luego inevitablemente se acaba?
No, en absoluto. Lo que tenemos que hacer es entender bien lo que es y no es
ese enamoramiento. Ante todo, conviene que comprendamos que el enamoramiento
señala más allá de sí mismo; está llamado a transformarse en algo que es aún
mejor, que lo supera y trasciende. La finalidad del enamoramiento es
convertirse en amor. El enamoramiento no es amor, pero apunta hacia el amor. Su
papel, en cierto modo, es humilde, de precursor, conviene que disminuya para
que crezca el amor.
A diferencia del enamoramiento, el amor no es un
sentimiento, sino la entrega de uno mismo por la persona amada. Esta naturaleza
radicalmente distinta de amor y enamoramiento tiene consecuencias cruciales
para las parejas. No tiene sentido decir que “el amor se ha acabado” si amar es
algo voluntario y que depende de nosotros. Cuando un sentimiento se acaba, no
podemos recuperarlo a base de fuerza de voluntad, pero si “se ha acabado el
amor”, sí que podemos hacer algo: amar.
Decía antes que el enamoramiento es, en realidad, una
tendencia profundamente narcisista. En cambio, el amor (y el enamoramiento bien
entendido, que se funde en ese amor) es exactamente lo contrario, porque el
amor busca el bien de la persona amada, no el propio.
Si no se comprende bien esta distinción, es imposible entender
el amor para toda la vida, porque, como dije antes, los enamoramientos se acaban
y se repiten en otras personas, de modo que no pueden ser el fundamento de algo
verdaderamente duradero.
Así pues, si no recordamos en este día esta verdad que toda
la sociedad parece haber olvidado, de nada servirá lo que habremos regalado
hoy. La triste realidad, sin embargo, es que es algo que no se explica.
La solución no está, ni puede estar, en abandonar todo
aquello que resulte difícil de comprender desde los presupuestos más o menos
disparatados de la modernidad. Al contrario, en un día como hoy tenemos que
repensar estas cosas sobre el amor.
Buenas Noches.
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