martes, 4 de febrero de 2020

Hay que saber hacer distinciones

“La imparcialidad es un nombre pomposo para la indiferencia, que es un nombre elegante para la ignorancia.” (G. K. Chesterton) 


Se acaba otro buen día, febrero ha empezado bien, lo que me permite adelantar algunas pruebas de material que tenía pensado realizar el mes que viene, pero estos días no se debían de dejar pasar. Por eso tengo muy avanzados los preparativos para el viaje de esta primavera-verano. Pero no quería tratar ahora como se están desarrollando los preparativos pues tiempo habrá para hacerlo.
He tenido tiempo esta tarde para leer un poco las noticias de actualidad y me llama la atención la incapacidad de muchas personas para hacer distinciones correctas en su discurso público cuando se trata de cuestiones morales.
Hay que saber hacer distinciones, cuando se habla o se escribe hay que explicar cómo una cosa se diferencia de otra, cómo algunos conceptos que son aparentemente similares terminan siendo distintos. Voy a poner algún ejemplo que me está llamando la atención desde hace días. Se está diciendo con demasiada ligereza que ciertas personas están fomentando el odio o que son personas intolerantes sin aclarar que están tratando de decir con tales afirmaciones.  
Los conceptos amor/odio y tolerancia/intolerancia son algunos de los que más confusiones y más malentendidos provocan. Veamos, el amor no es principalmente una emoción, sino un acto de la voluntad. Amar es desear el bien del otro. Por lo tanto, el odio no es principalmente un sentimiento, sino desearle el mal a otro, queriendo realmente lo que es malo para el otro. Entonces, ¿cuándo se puede odiar? ¿Cuándo está moralmente permitido odiar? La respuesta es simple: nunca. Precisamente este es uno de los motivos por el cual a los católicos se nos dijo que amamos incluso a nuestros enemigos, que honremos incluso a quienes nos maldicen, que roguemos aún por quienes nos maltratan.
¿Quiere decir esto que nuestros antepasados tenían la obligación de amar a Hitler y que nosotros tenemos la obligación de amar a los asesinos del ISIS? Sí, y punto. ¿Quiere decir que tenemos que desearle el bien a quienes nosotros estamos convencidos de que van por un camino moralmente peligroso? Sí, y punto. ¿Todos tenemos que amar a los que asesinan y maltratan a las mujeres? Claro que sí, por completo e incondicionalmente.
Sin embargo, una vez que hemos hecho estas afirmaciones, es el momento en que debemos hacer una distinción crucial: criticar a alguien por realizar una actividad inmoral no significa “odiar” a esa persona. Una vez que se haya atenuado la sensación de que existen el bien y el mal objetivos, como en gran medida ha sido el caso en nuestra sociedad, las únicas categorías que nos quedan son las psicológicas. Y es por eso que, en la mentalidad de muchas personas, el hecho de cuestionar la legitimidad moral del aborto es por fuerza "atacar" u "odiar" a las mujeres que abortan.
Si no se hacen las distinciones correctas en este sentido existe el peligro muy real de que el debate moral desaparezca. Si podemos pensar que alguien que no está de acuerdo conmigo en un tema ético es lisa y llanamente una persona que derrocha “odio”, entonces no es necesario que escuche  sus argumentos ni que los someta a un análisis crítico. De hecho, puedo censurarlo y hacerlo callar. Lamentablemente, esto es lo que podemos ver muchas veces en la esfera pública de hoy en día: se cuestionan los motivos, se cuestiona el carácter, se impone la censura.
También hacen falta distinciones en torno a la palabra "tolerancia," que se repite una y otra vez en nuestros días. Típicamente, ha llegado a significar aceptación y hasta incluso celebración. Por tanto, toda persona que no se muestre absolutamente eufórica por el matrimonio homosexual o la transexualidad, no es suficientemente "tolerante". De hecho, el término implica el deseo de ver con buenos ojos un punto de vista o acto con el cual no estamos de acuerdo.
En consecuencia, en el contexto de nuestro sabio sistema político, cada ciudadano tiene la obligación de tolerar una gama de opiniones que encuentra desconcertantes, erróneas, repugnantes o incluso bizarras. Hay muchas razones buenas para admitir esta tolerancia, siendo las más importantes respetar la integridad de la persona y evitar conflictos civiles innecesarios, pero de ninguna manera implica que uno tenga la obligación de aceptar o celebrar esos puntos de vista. Por tanto, ciertamente uno debería tolerar el derecho que tiene una persona de cambiarse de sexo sin sentir al mismo tiempo la obligación de alegrarse por la elección que hizo.
En fin, si lo pensamos un poco nos encontraremos con muchos más ejemplos, que parten del mismo error.

Buenas Noches.

No hay comentarios: