“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Espero que encontremos algún día
en el que podamos reunirnos, y aunque parece que en el verano hay tiempo para
todo, esto, no suele ser un reflejo de nuestra realidad.
Vamos a ver si no se convierte
en “El Sueño de una noche de verano”, aunque si nos referimos a la obra de Shakespeare,
creo recordar, que será mucho más que un sueño y que ira más allá de una noche de
verano.
Ahora que he recordado el
argumento de la obra de teatro, quizás, valga la pena destacar una característica
esencial de los sueños. Generalmente, en la descripción de un sueño podemos
decir que aparece una completa discordancia de incidentes, combinada con una curiosa
unidad de humor; todo cambia, menos el que sueña. Puede comenzar con cualquier
cosa y terminar con cualquier cosa; pero si el que sueña está triste al
terminar, por consecuencia, estaba triste al comenzar; si está alegre en un
comienzo, estará alegre al despertar. Así que soñamos con esa paella con alegría
será una comida alegre.
Siempre me han gustado esas
reuniones donde nos juntamos con amigos que a pesar de que muchos intelectuales
modernos podrían muy bien describir como sin cerebro, pienso que su presencia
en un cuarto es como un fuego crepitando en la chimenea, cambiándolo todo, luces,
sombras y aire mismo; cuyos comentarios son en cierto modo extraños sucesos de
buen tono; cuyos puntos de vista, al ser expresados, persiguen y persuaden nuestra
mente y casi nuestra intimidad; cuyo absurdo manifiesto se pega a nuestra imaginación
como la belleza del primer amor, y cuyas tonterías se cuentan como las leyendas
de un paladín.
Éstas son las grandes personas,
hay millares de ellos en el mundo, aunque tal vez muy pocos en el Congreso. No
es en los fríos vestíbulos de la inteligencia, donde las celebridades parecen
tener importancia, en los que debemos buscar a los grandes. Es en nuestros
propios hogares y en nuestro propio círculo, donde podemos sentir la presencia
de esa sangre de los dioses que hay en los hombres. Y esta criatura tan difícil
de describir, tan fácil de recordar, jamás la vamos a encontrar con tanta
facilidad con en una paella de amigos, aunque sea en verano y con 40 grados.
Feliz y Dulce Día.
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