miércoles, 11 de julio de 2018

Miércoles 11 de julio de 2018.

“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)


Otra noche de calor que hemos paliado en parte con una buena conversación a la “fresca”, aunque hay que decir que no bajó mucho la temperatura.
Como ya sabéis uno de los temas más “socorridos” junto con el tiempo es hablar de nuestra forma de gobierno y de nuestros políticos, y la variante que exploramos anoche fue que; la democracia, como gobierno del pueblo, no existe ni ha existido nunca.
Yo, defendía, fijándome en el último cambio de gobierno, que la idea de democracia, más que poder del pueblo, lo que significa en la actualidad es un procedimiento más o menos ingenioso o sofisticado, que permite el cambio de gobernantes sin recurrir a la violencia.
Lo que está sucediendo es que entre nosotros los gobernados y los gobernantes se interponen los partidos políticos como piezas esenciales, por lo que, aunque sigamos hablando de democracia, lo que tenemos es una partidocracia en la que sus dirigentes buscan el poder a través de la propaganda, el control de los medios de comunicación, las redes clientelares, la exclusión de los adversarios, los pactos postelectorales y cualquier otro medio utilizable.
Si todo lo anterior es verdad, y si todos los partidos buscan el poder, podemos preguntarnos: para qué quieren ese poder y qué uso hacen del mismo cuando lo obtienen.
Ponerse al frente de una nación, de una comunidad autónoma o de un ayuntamiento, tendría que ser un compromiso de servicio a todos y no una ocasión para imponerse a los demás, para ganar dinero o influencia, para favorecer a los suyos y perjudicar a los contrarios.
Seguramente habrá políticos que tratan de servir a la sociedad que han de gobernar, pero no es eso lo que yo percibo, hasta el punto de que veo a nuestros políticos muchas veces como un problema.
Otro problema que observo es que mucha gente vota siempre al mismo partido, haga lo que haga, con una mentalidad de aficionado al futbol, «viva el Betis aunque pierda». Resulta que después de una larga temporada de votantes y simpatizantes de un partido, es difícil votar a otro. Más aún cuando cada votante va interiorizando el mensaje de que los contrarios son peores.
Tendríamos que examinar, sin apasionamiento, lo que ha hecho cada partido en donde gobierna o donde es oposición, sin dejarnos engatusar por lo que dicen en su propaganda. Ver si han facilitado el control de sus actos o lo han impedido, si han respetado nuestra libertad, nuestros valores, nuestros derechos.
En esto de nuestros derechos y libertades, hay que ser sumamente exigentes, ya que nos son inherentes y no los tenemos por concesión graciosa de ningún gobernante. Pero si es radicalmente falso que nos puedan «ampliar o conceder nuevos derechos», es bastante fácil que traten de imponernos sus particulares visiones del mundo y sus valores y reduzcan a la nada nuestros derechos.

Feliz y Dulce Día.

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