“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Otra noche de calor que hemos
paliado en parte con una buena conversación a la “fresca”, aunque hay que decir
que no bajó mucho la temperatura.
Como ya sabéis uno de los
temas más “socorridos” junto con el tiempo es hablar de nuestra forma de
gobierno y de nuestros políticos, y la variante que exploramos anoche fue que;
la democracia, como gobierno del pueblo, no existe ni ha existido nunca.
Yo, defendía, fijándome en el
último cambio de gobierno, que la idea de democracia, más que poder del pueblo,
lo que significa en la actualidad es un procedimiento más o menos ingenioso o
sofisticado, que permite el cambio de gobernantes sin recurrir a la violencia.
Lo que está sucediendo es que
entre nosotros los gobernados y los gobernantes se interponen los partidos
políticos como piezas esenciales, por lo que, aunque sigamos hablando de democracia,
lo que tenemos es una partidocracia en la que sus dirigentes buscan el poder a
través de la propaganda, el control de los medios de comunicación, las redes
clientelares, la exclusión de los adversarios, los pactos postelectorales y
cualquier otro medio utilizable.
Si todo lo anterior es verdad,
y si todos los partidos buscan el poder, podemos preguntarnos: para qué quieren
ese poder y qué uso hacen del mismo cuando lo obtienen.
Ponerse al frente de una
nación, de una comunidad autónoma o de un ayuntamiento, tendría que ser un
compromiso de servicio a todos y no una ocasión para imponerse a los demás,
para ganar dinero o influencia, para favorecer a los suyos y perjudicar a los
contrarios.
Seguramente habrá políticos
que tratan de servir a la sociedad que han de gobernar, pero no es eso lo que yo
percibo, hasta el punto de que veo a nuestros políticos muchas veces como un
problema.
Otro problema que observo es
que mucha gente vota siempre al mismo partido, haga lo que haga, con una mentalidad
de aficionado al futbol, «viva el Betis aunque pierda». Resulta que después de
una larga temporada de votantes y simpatizantes de un partido, es difícil votar
a otro. Más aún cuando cada votante va interiorizando el mensaje de que los
contrarios son peores.
Tendríamos que examinar, sin
apasionamiento, lo que ha hecho cada partido en donde gobierna o donde es
oposición, sin dejarnos engatusar por lo que dicen en su propaganda. Ver si han
facilitado el control de sus actos o lo han impedido, si han respetado nuestra
libertad, nuestros valores, nuestros derechos.
En esto de nuestros derechos y
libertades, hay que ser sumamente exigentes, ya que nos son inherentes y no los
tenemos por concesión graciosa de ningún gobernante. Pero si es radicalmente
falso que nos puedan «ampliar o conceder nuevos derechos», es bastante fácil
que traten de imponernos sus particulares visiones del mundo y sus valores y
reduzcan a la nada nuestros derechos.
Feliz y Dulce Día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario