“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Pues si, el fin de semana
estuve en la Playa de Vera, y participe el sábado en su Media Maratón donde conseguí,
por primera vez ganar en mi categoría, pero no tiene mucha importancia pues
ganar a los “abuelos” y a los “jubilados” no tiene mucho merito. El próximo fin de semana, no
creo que intente repetirlo en el Burgo de Osma pues participar en una carrera
es una cosa y competir es otra mucho más agotadora.
Vamos cumpliendo años y vemos
las cosas desde un punto de vista diferente, a los sesenta y dos años ya no
creo que cualquier cosa que yo haga, diga o escriba vaya a tener mucha
importancia y mucho menos influencia en el mundo que me rodea, sobre todo
porque nunca la ha tenido. Aunque sin duda seguiré lanzando mis dardos.
El mundo no se va al traste,
al margen de lo que yo diga. Al contrario, continuará mejorando para la mayoría
de nosotros, tal como lo ha hecho durante más de un milenio. Ya no tengo ambiciones
de ninguna clase, salvo la muy modesta de verme en algún podio. Las cosas que
más disfruto son ir correr, escuchar y charlar con mis amigos y leer en la cama
por la noche.
Mis pensamientos suelen volcarse
cada vez más hacia las carreras de los demás. Aunque se que esa actitud no es
suficiente, y que debo crearme el hábito positivo de planear y realizar algo
bueno todos los días. Pero es que ni siquiera
estoy seguro de que me gusten las personas, a menos que las conozca. Frente a
los desconocidos, suelo ponerme a la defensiva y esperar.
Solo trato de ser amable, ¿Pero,
cuándo, cómo y con quién? Las buenas acciones, pues, son más fáciles de
describir que de realizar.
Sospecho que la beneficencia
que mejor funciona es la que brinda tanta satisfacción al que da como al que
recibe. Así que en la actualidad más que entrenar intento guiar a los nuevos
corredores en sus primeros años de carreras y es una de las tareas más deleitables
que he emprendido y una forma de filantropía que carece totalmente de paternalismo,
condescendencia o edificación moral.
Más aún, en una época donde hay
un exceso de información y cuando mucha esta contaminada por intereses económicos,
debe haber algún mérito en ayudar a los más jóvenes a correr.
Suficiente para
levantar el ánimo de un, casi, jubilado, al menos.
Feliz y Dulce Día.
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