“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Otra noche calurosa aunque
ahora parece que refresca un poco, es verdad que esta humedad tan alta será la
culpable que en el momento en que me ponga a entrenar el sofoco sea asfixiante.
Anoche charlando sobre las
nuevas leyes que se piensan aprobar en el Congreso cambiábamos opiniones sobre
la autoridad moral que pueda poseer el Parlamento.
Yo, mantenía que el Parlamento
posee la más alta autoridad jurídica, mas no moral, así como que el Tribunal
Constitucional posee la última palabra en lo que se refiere a la constitucionalidad
de las leyes y las decisiones políticas, pero no en la moral. Por lo tanto, si
argumento en contra de la bondad moral de una ley o de una decisión legítima de
los tribunales no socavo los cimientos de la democracia.
Y es que hay que saber y
diferenciar, una cosa es el poder político y otra la autoridad moral. Ni coinciden
necesariamente, ni suelen coincidir. Casi es imposible que lo hagan. Ninguna
constitución ni ninguna ley determinan lo que está bien o mal en el orden
moral.
Uno de los más alarmantes
síntomas de los problemas de moral que padecemos es la inaceptable e inmoral
pretensión de someter la moral al derecho, de reducir el ámbito de la moral a
lo que establece el derecho. Y esto amigos míos es puro totalitarismo.
Una cosa es que haya que
acatar y cumplir -salvo que un deber superior lo impida- el derecho emanado de
una autoridad legítima -muchas veces incluso de la que no lo es-, y otra que
haya que reverenciarlo como expresión de la moral.
Por lo demás, pocas cosas hay
tan democráticas como criticar a los poderosos, incluidos, por supuesto, el
Gobierno, la mayoría parlamentaria y el Tribunal Constitucional. Desde luego,
existen instancias morales por encima de las instituciones representativas. No
hay, por lo tanto, ley ni institución democrática sobre la que no pueda recaer
la crítica moral.
Cuando personas tan inteligentes
y con acceso a tantos medios de comunicación no paran de incurrir en tantos errores
y falsedades de este tipo me resulta difícil creer que lo hagan con buena voluntad.
Cuando el extravío intelectual y moral es tan grave produciría risa si no se
tratara de personas cuyas opiniones tienen una gran difusión (lo que no es lo
mismo que sean las más influyentes, las más fiables o las más valiosas). Entonces
la risa se transforma en tristeza.
Feliz y Dulce Día.
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