“¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la
muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.” (J.R.R. Tolkien)
Por fin un domingo tranquilo,
cuando digo tranquilo me estoy refiriendo en el aspecto físico, vamos, que no
salí a correr, salí a otras cosas tal vez más agotadoras.
Una de las salidas fue para
almorzar y cuando llegamos al carajillo la conversación se nos fue hacia lo que
hay de particularmente malo en imponer silencio a la expresión de opiniones y
que esto viene a suponer un robo, un robo no solo a todos sino a los que se
apartan de una opinión en concreto y a los que la sustentan.
Desde hace muchos años, tal
vez desde mi juventud, creía que la opinión pública estaba totalmente del lado
de la ley, lista para avergonzar a quienes asumieran el derecho de silenciar a
sus oponentes, independientemente del motivo de la discusión y de cuan extremas
y absurdas fueran las visiones expuestas.
Todo eso está cambiando hoy en
día. Se esta utilizando e incluso se ha convertido en delito incitar al odio. La
expresión "incitar al odio" no sólo está cargada de implicaciones
sino que además es indefinida. ¿Acaso
incito al odio hacia un grupo cuando critico sus creencias abiertamente?
Pero, ¿ofender es motivo
suficiente para condenar a alguien por un delito? Yo tenia la impresión que la respuesta
correcta a palabras ofensivas es ignorarlas o contestar con una
reprimenda. Si invocas la ley, después
de todo, debería ser para proteger a quienes ofenden, pero no a los que se
ofenden. Ahora parece que es al revés.
No es la mentira la que
provoca la mayor de las ofensas, sino la verdad. Uno puede soportar insultos y abusos cuando
sabe que son falsos. Pero si los comentarios
que te ofenden son verdaderos, esa verdad se convierte en un puñal en el alma
-gritas "¡mentira!" en tu tono más elevado y sabes que debes
silenciar a los portavoces.
Según creíamos, la ley
protegería a los herejes, a los disidentes y a los escépticos de los castigos
diseñados para intimidarlos o silenciarlos, por la simple razón de que la
verdad y los argumentos son sagrados y deben protegerse de quienes buscan
suprimirlos.
La libertad de expresión no es
la causa de las tensiones que están surgiendo entre nosotros, sino que es la
única solución posible para ellas. Entonces, se debería estar alentando a las
personas para que debatan sobre un tema abiertamente, sin tener en cuenta quien
pueda ofenderse.
Cuando nos ponemos delante de
la islamofobia, la homofobia y de la ideología de género nos damos cuenta que
la libertad de expresión se resiente de un modo alarmante.
Es por este preciso motivo que
se debería de haber tenido cuidado a la hora de incorporar frases ambiguas que
podrían utilizarse para silenciar el debate.
Podemos no estar de acuerdo con algunas opiniones, pero de ello no puede
surgir la acusación de que por decirlo hemos incitado al odio. Sin importar cuan equivocada pueda ser nuestra
opinión, constituye un aporte legítimo al debate público que tanto se necesita
hoy en día, un debate que no tendrá lugar ahora por ser tan feroz la condena a
quienes difieren de la única opinión permitida.
Feliz y Dulce Día.
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