viernes, 9 de marzo de 2018

Viernes 9 de Marzo de 2018.



Viernes 9 de Marzo de 2018.
“En un mundo superior las cosas no acaecen así, pero acá abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado frecuentemente”. J.H.N. 
Muy bien, ya estamos ante un nuevo día, así que con una temperatura de 13,9 grados, es un buen momento para hacer un esfuerzo para interpretar bien la realidad, porque es la única forma de acercarse a la verdad. 
Ya se que eso es difícil en una sociedad que se encuentra en una crisis moral que la imposibilita para ver con claridad lo que es bueno, justo y necesario. Y viene todo esto a cuenta de los resultados electorales que vienen registrándose en Europa, donde las fuerzas que genéricamente y por gandulería intelectual calificamos de populismo están alcanzando un gran predicamento.
Gobierne o no, Cinque Stelle ha ganado en Italia, Alternativa para Alemania es la tercera, quizás la segunda fuerza en Alemania y muy parecidas son las situaciones en los países nórdicos, en Holanda, en Francia, en Austria, en Polonia y Hungría.  
Detrás de este crecimiento hay muchas explicaciones, pero hoy me gustaría centrarme en algunas, posiblemente las más importantes: como la desproporcionada reacción a la inmigración y sobre todo al riesgo de islamización, pero también una respuesta a lo que se considera una intromisión de la Unión Europea en las políticas económicas de muchos países donde muchas veces están en contra de las realidades de dicho país.
La consecuencia son las dudas del futuro europeo, y las evidencias claras de que la pérdida de identidad cultural de aquel proyecto, han generado reacciones populares no siempre racionales, pero sí justificadas por las causas negativas que lo provocan. No se pueden meter en el mismo saco, como en demasía se hace, planteamientos de “inmigrantes 0” con políticas magníficas de apoyo a la familia y a la vida, como las que se aplican en Hungría y Polonia. 
Señalo algunas causas del deterioro europeo que me parecen evidentes. La construcción de Europa ha perdido sentido, porque los grandes ideales comunes se han perdido, porque en lugar de centrarse en grandes temas que solo pueden abordarse en común, seguridad, política exterior, inmigración, I+D, defensa, se han omitido muchos de ellos, mientras se despliega legislación sobre temas menores. 
También porque al final la Comisión Europea intenta imponer una visión del ser humano que no le corresponde como tarea. Pero en el fondo de todo esto late las consecuencias de la pérdida de las raíces cristianas de Europa, en términos de fe, claro, pero también y más universal, en términos de cultura. Y es precisamente esa ausencia de denominador común lo que constituye un acicate a los egoísmos nacionales y miedos a la pérdida de identidad.

Feliz y Dulce Día.

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