“En un mundo superior las cosas no acaecen así, pero acá abajo, vivir es
cambiar y ser perfecto es haber cambiado frecuentemente”. J.H.N.
Después de cinco días veo que
continua vuestro interés por el tema del Día de la Mujer y me parece bien, y
aunque algunas veces ya he manifestado mi solidaridad con las metas y la
dirección general de las ideas feministas veo que algo debo añadir.
De momento en mi balcón tengo
una esperanzadora temperatura de 14,4 grados y la seguridad de que hoy en día nadie
podría estar en contra de terminar con las discriminaciones injustas, y a veces
eso sucede por el solo hecho de pertenecer a cierto sexo.
Ciertamente que espero que las
mujeres tengan las mismas oportunidades que un varón en análoga situación, si
no mejores. Cuando digo estas cosas o parecidas me dicen que soy feminista aunque
yo no lo sepa, incluso aunque no quiera serlo. Yo lo niego rotundamente.
Y aquí es donde quiero empezar
a poner algunas objeciones que no he visto en ninguna de vuestras opiniones, mirad,
yo tengo la sensación que el feminismo es expresión de una gran cantidad de “energía
moral” que está mal dirigida.
Vamos a ver si me explico,
aunque ya os digo que la explicación va a ser larga, pues no creo que pueda
resumirla mucho, lo siento. Según lo veo yo, la mayoría de las personas sentimos
la necesidad de hacer el bien, una energía que nos lleva a querer colaborar por
dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos. Esa urgencia por el bien
está profundamente arraigada en la conciencia humana y por eso respeto profundamente
a los feministas.
Sin embargo, no puedo obviar
que el feminismo está profunda y peligrosamente equivocado.
Gustan los feministas de decir
que solo buscan igualdad, pero eso se demuestra falso muy fácilmente. Yo mismo,
por ejemplo, estoy a favor de la igualdad de hombres y mujeres, de la misma
forma como estoy a favor de la igualdad de españoles y franceses, de rubias y morenas,
de feos y guapos.
Sin embargo, eso no me hace más feminista, ni
internacionalista, ni morenista, ni feísta.
El feminismo no es solo luchar
contra la desigualdad. Es luchar contra la desigualdad y algo más, una causa
específica de esa desigualdad. El feminismo identifica sostiene que el origen
de la desigualdad es el machismo, o el patriarcado. No sé si todavía habrá
feministas tan radicales que todavía crean que la causa de la desigualdad son
los hombres, pero si los hay, su importancia es nula. En general el movimiento
feminista se enfoca en denunciar el machismo o el patriarcado.
Mi problema con el feminismo
es que ofrece soluciones simples a los grandes problemas de la sociedad,
soluciones que hasta el más estúpido de los periodistas es capaz de entender en
pocas líneas.
Sus soluciones se centran en
el típico sistema de ver la realidad dividida en dos bloques, ni más ni menos,
y que son visualmente distinguibles: ricos y pobres, blancos y negros, hetero y
homo, varones y mujeres. Siempre uno de esos dos bloques ha logrado someter y
abusar del otro, acumulando vicios y desechando virtudes. El grupo sometido,
por su parte, reúne en sí todas bondades del trabajo, el esfuerzo y la
generosidad. Finalmente, siempre la historia es una lucha entre los bandos, que
acabará en una inevitable utopía a favor del grupo oprimido.
El feminismo sigue cada uno de
estos pasos. En la pesadilla feminista, el patriarcado se ha construido sobre
el abuso y la explotación de las mujeres. Los machistas, todos ellos varones,
son violentos, opresores, discriminadores y violadores, en tanto que las
mujeres son todas cálidas, tolerantes y comprensivas. Además. el curso de la
historia es inexorable: el machismo es una reliquia del pasado, propia de
sociedades primitivas y poco evolucionadas, e inevitablemente desaparecerá.
¿Por qué es tan popular el feminismo?
Primero, porque es simple. Es muy cómodo acotar la realidad a dos bandos bien
definidos en conflicto, donde está claro quién es bueno y quién es malo. En
segundo lugar, satisface la necesidad de superioridad moral de sus adeptos, del
que hablábamos arriba, sin necesidad de toda esa cháchara espiritual. Si a eso
le sumamos la visión de una victoria histórica inminente e inevitable todo
adquiere un aire religioso evidente para cualquiera que esté dispuesto a
admitirlo.
Después de todo lo que acabo
de escribir encuentro que, a pesar de sus buenas intenciones, el feminismo es
una ideología profundamente errada y dañina. Se equivoca al suponer que solo
hay dos grupos en conflicto en la historia. La realidad es muchísimo más compleja
que eso. Nadie en su sano juicio pensaría que un obrero agrícola, con todo lo
machista y vulgar que pueda ser, pertenece a una clase dominante por el solo
hecho de ser varón.
Se equivoca también al culpar
al machismo de todas las diferencias entre hombres y mujeres. Si existen
diferencias de sueldos, roles en el hogar o ámbitos de trabajo, entre varones y
mujeres, cada uno es un problema único.
No existe una única y sencilla respuesta que explique toda la realidad.
Tampoco hay una solución simple a los problemas de las mujeres, ni un único
responsable. No hay una organización de varones ni un grupo de varones
dedicados a mantener a las mujeres en constante inferioridad. Las mujeres, al
igual que los varones, son un grupo de personas extremadamente diverso, con
diferentes problemas, identidades y opiniones. Cada individuo, cada mujer y
varón, es diferente y no existe una respuesta única a todas sus necesidades y
dificultades en la vida.
Por último, provoca mucho daño
a la sociedad el suponer que el conflicto constante se encuentra a la base de
todas nuestras relaciones.
Por eso no soy feminista.
Feliz y Dulce Día.
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