martes, 6 de marzo de 2018

Martes 6 de Marzo de 2018.



Martes 6 de Marzo de 2018.
“En un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”. J.H.N.  
En esa tarde de ayer, tan gris, en la que estaba preparando los planes de entrenamiento pensaba que estoy compartiendo el mundo con más de siete mil millones y medio de personas, y que, igual que yo, cada uno de nosotros tiene el indomable e innato sentimiento de que somos especiales y destinados a realizar algo único.
Esto, creo que no es sorprendente, ya que cada uno de nosotros es verdaderamente único y especial. Pero ¿cómo se siente uno especial entre otros siete mil millones y medio?
En fin, en mi balcón una esperanzadora temperatura de 12,6 grados, por cierto, ya se que a todos nosotros nos gustaría sobresalir, sentirnos que somos extraordinarios, valorados e importantes, independientemente de nuestras fortunas virtuales de la vida. En el fondo, tenemos el sentimiento de que, somos valorados no por lo que realizamos sino más bien por haber tenido la suerte de haber nacido. Pero esta percepción, aunque es profunda en nuestras almas, se debilita a pesar de vivir una vida que es única y especial en un mundo en el que otros miles de millones están también intentando hacer lo mismo.
Y así podemos sentirnos desalentados por una sensación de nuestra propia mediocridad, anonimato y empezamos a temer que no somos valorados sino solamente como otros muchos, nada especial, uno entre miles de millones, viviendo en medio de miles de millones. Cuando nos sentimos así, estamos tentados de creer que somos valorados y únicos sólo cuando realizamos algo que exactamente nos sitúa aparte y asegure que seremos recordados.
Para la mayoría de nosotros, la tarea de nuestras vidas entonces viene a ser la de garantizar nuestra propia valía, significado e inmortalidad, porque, al final del día, creemos que esto está supeditado a nuestras propias realizaciones, al crear nuestra propia diferencia.
Más bien, tratamos de sobresalir, de dejar una huella, de realizar algo extraordinario, y así asegurar que seremos reconocidos y recordados. Establecemos para nosotros mismos lo imposible, la frustrante tarea de asegurarnos algo que nos de importancia y si fuese posible la inmortalidad. Entonces la vida ordinaria nunca nos parece suficiente, y vivimos vidas inquietas, competitivas, dirigidas.
¿Por qué no nos basta la vida ordinaria? ¿Por qué nuestras vidas parecen siempre demasiado pequeñas y no suficientemente estimulantes? ¿Por qué nos sentimos habitualmente insatisfechos al no ser especiales? ¿Por qué nuestra necesidad de dejar una huella? ¿Por qué la necesidad de máscaras, de pretensión, de proyectar una cierta imagen sobre nosotros mismos?
En fin, muchas preguntas que tal vez solo tengan una sencilla respuesta, y por eso, por ser tan sencilla es tan difícil de explicar.

Feliz y Dulce Día.

No hay comentarios: