Martes 27 de Marzo de 2018.
¡Buenos días! Dijo Bilbo. ¿Qué quieres decir? Preguntó Gandalf, ¿Me
deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o
que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno? -Todo eso a
la vez- dijo Bilbo. (El Hobbit, J.R.R. Tolkien)
Por supuesto que los “Buenos
Días” no son unos “Buenos Días” para hablar de política y mucho menos de
políticos, aunque tendréis que reconocerme que hasta de la política aprende uno
cosas para la vida.
Hoy que en mi balcón contamos
con una temperatura de 12,4 grados y con la certeza que vamos a tener un buen
día voy a hablaros un poco del llamado “proces”, pero lo voy a hacer únicamente
por lo que tiene de significativo en esta sociedad nuestra y su relación.
Nos quejamos continuamente, o
por lo menos yo lo hago, del relativismo que nos ahoga, de la poca perseverancia
de los niños y los jóvenes en buscar y seguir un proyecto de vida. Es verdad
que tal vez no hemos sabido comunicar unos ideales mejores, educar convenientemente,
lo que queráis. En el fondo nos hemos amoldado a una sociedad débil, egoísta,
interesada tan solo en el propio yo.
Decimos que la gente rechaza
una moral basada en nuestros valores tradicionales. No es del todo así. Estamos
en una sociedad, en la que, con el cuento, sí el cuento, de la democracia y de
la libertad, parece que no hay más valores que lo que me interesa a mí, más
principios que mi propio provecho ni más objetivo que hacer lo que me da la
gana. Estamos en una sociedad en la que los principios no existen o son cambiantes,
y en la que el sacrificio parece algo para los demás.
Y vosotros ahora os estaréis
preguntando que tiene esto que ver el “prosés”, pues que todos lo dirigentes
del “prosés” se rigen por esos valores. Y es que, lo más vergonzoso del “prosés”
es que se sustente en unos personajes que no aguantan ni el primer asalto. No
tienen realmente principios.
Valientes ayer para votar unas
resoluciones y a un candidato a presidente del todo imposible. Cobardes que
acaban la sesión y renuncian a sus actas antes de presentarse ante el juez o
que incluso se van del país. Gallos que aplauden la posible república y gallinas
que se desdicen ante el juez. Bravuconcitos que sacan pecho en el parlamento
catalán pero que ruegan con lágrimas al juez su libertad alegando que todo era
poco menos que un paripé.
Esta es nuestra sociedad.
Fácil ser político cuando no se arriesga nada y se cobra, abundantemente, a fin
de mes. Ahora todo son discursos y manifestaciones quejándose de lo injusto de
la situación en que se encuentran pero han olvidado por completo lo que hicieron,
por ejemplo el 5 y el 6 de septiembre del año pasado, lo han borrado de sus
mentes como si nunca hubieran existido esos días.
No olvidando es como se demuestra
la calidad de las personas. El político de talla, la persona de talla, es quien
tiene unos principios y los defiende aún a costa de su fama, su dinero y su
vida, como los mártires.
El político que ante las
dificultades renuncia, se esconde, se desdice y se larga no es más que un reflejo
de una sociedad débil incapaz de cosas tan imprescindibles como la fidelidad,
el sacrificio, la entrega.
En esta sociedad débil y
acomodaticia, no es fácil encontrar verdaderos políticos para todo aquello que
signifique compromiso, entrega y sacrificio. Ya lo veis. Hay para políticos
mientras sea cobrar y conseguir sus propósitos, pero no si hay que buscar el
bien común y dar la cara.
Feliz y Dulce Día.
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