Buenos días.
Desde Roda de Bera, donde me da la impresión de que hace más frío, no lo puedo comprobar numéricamente pero creo que es así.
Hoy es pura sensación pues no puedo tener una confirmación plena, no tengo ningún termómetro en el que poder confirmarlo y esto me confunde. Estoy tan acostumbrado a seguir y a fiarme del termómetro que he perdido la confianza en mis sensaciones.
Me he escondido tanto en lo que me dice y en comunicaros fielmente lo que me indicaba que me he olvidado de hacer mis propias valoraciones, y eso poco a poco se va transformando en una falta de confianza en mis propias sensaciones.
En la vida cotidiana me puede pasar lo mismo, supongo tantas cosas, doy por sentado tantas situaciones que ya no me molesto en comprobarlas, en verificarlas y eso me hace ir a ciegas sin darme cuenta.
Pensad ahora que estáis caminando con los ojos vendados, por un lugar donde, sabéis que el piso no es seguro. Qué miedo, ir caminando así, intentando tantear a cada paso, queriendo adivinar que habrá debajo de nuestro pie en la próxima pisada. Entonces, cada paso en el que no caes se acaba convirtiendo en una victoria, pero el preludio del siguiente paso es un nuevo momento de angustia.
Ahora imaginad que, sin saberlo, porque sigues caminando a ciegas, llegas a un terreno firme donde ya no hay obstáculos. Pero vosotros no lo sabéis. Y en vuestra ceguera, seguís caminando con miedo de que el siguiente paso os haga caer. Y no sabéis que, si nos quitamos la venda de los ojos, nos daríamos cuenta de que el camino difícil ya ha quedado atrás, y que además en realidad es fácil detectar los problemas y encontrar las soluciones cuando te fías de tu experiencia y vas aprendiendo del camino previo –que es nuestra historia–.
Algo así ocurre con mis inseguridades. Es un terreno donde quizás alguna vez me he visto vulnerable. Quizás en alguna ocasión he pisado mal y he caído. Y en algún momento empecé a sentir que, lo ocurrido antes, podía volver a ocurrir. Fui perdiendo la confianza: en mi, en el mundo, y en aquellos que quizás podrían servirme de guía y de apoyo.
No queda más remedio que quitarse la venda y mirarme en el espejo cada mañana no solo para darle consejos a ese yo de hace veinte años que me imagino ver muchas veces sino también concentrarme en esa mirada que me muestra mi verdad más profunda, la que me permite comprender mi historia, mi vida, lo único que soy, mi lugar en el mundo, en fin, ver también este presente que ya es pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario