“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Sigo con la cuenta atrás para
empezar ese viaje que durante 50 días aproximadamente me llevará hasta Roma y
de regreso a casa, esperar resulta a veces muy complicado.
Estamos tan acostumbrados a la
inmediatez que la espera no la admitimos, hemos perdido la costumbre de detenernos
e ir poco a poco reflexionando en lo que será y cómo será el viaje. Nos
gustaría ponernos en marcha ya. Sin embargo, estas semanas de pausa son
esenciales para prepararnos y enfocarnos en lo que sucederá en esos 50 días
aproximadamente.
Si lo pensamos un poco veremos que
la vida está diseñada de forma que las cosas más importantes no pueden
adelantarse, requieren un largo tiempo de preparación como la amistad, el
noviazgo, o nuestra formación que nunca se detiene. Por ello, tengo que
convertir estas semanas de espera en un tiempo para la reflexión, para la
preparación no solo del material sino también física y mentalmente.
En está ocasión estoy haciendo más
hincapié en el aspecto físico, no exactamente para estar en mejor forma sino
para comprobar que aún mantengo la suficiente fuerza para acometer todos los
kilómetros que se me van a poner por delante. Por eso estoy procurando estar
como mínimo dos horas al día pedaleando para creerme que lo puedo hacer, lo que
pensándolo bien se trata también de una cuestión mental.
Sé que la perfección no existe, al
igual que no todo puede ser perfecto en un viaje, y, sin embargo, sabiéndolo
cada vez intento que lo sea. Creo que me caliento demasiado la cabeza intentando
esa anhelada perfección que nunca llegará. Pienso que todos tenemos
experiencias de ese tipo.
Puede resultar bueno que empiece a
reconocer que este viaje tampoco será perfecto, no malo, pero tampoco perfecto.
Espero que en principio toda esta espera sea positiva pues solo busco hacer las
cosas de la mejor manera posible, poniendo atención en los detalles y siendo un
poco más exigente con la programación de las etapas. No voy a exigirme más, ya
que puede convertirse en un obstáculo en lugar de una ventaja.
Ya me ha pasado en alguna otra
ocasión que intentando que todo sucediera como lo había imaginado me bloqueaba
y no disfrutaba, cuando en realidad, lo importante es que el viaje sea lo mejor
posible, que este bien, aunque no sea perfecto.
Qué acepte que salga bien no
significa que me conforme, sino que soy consciente de que, en la mayoría de los
viajes, lo bueno es lo que nos permite seguir pedaleando. La clave la encuentro
en saber buscar el equilibrio entre que todo salga bien y aceptar de que hacerlo
perfecto nos va a resultar inalcanzable.
En fin, es mejor que nuestro viaje
sea imperfecto que quedarse en casa por el miedo de que no sea perfecto.
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