“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que
tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 4. 31 de mayo de 2024.
Torrenostra – Playa de Alcanar.
Distancia: 62,18 km.
Media: 16,11 km/h.
Desnivel positivo:305 m.
Anoche estuvo lloviendo durante
varias horas, una serie de tormentas con un fuerte aparato eléctrico puso a
prueba mi tienda y, tengo que decir que sin haberla montado a conciencia pues
no me esperaba las tormentas, la tienda cumplió, ya veremos en climas más
extremos como se comporta.
El material nuevo esta funcionando, es
normal que funcione, es nuevo, lo que quiero decir es que cumple con la misión
que debía cumplir.
La lluvia cuando es inesperada y por
mucho que pueda beneficiar a la agricultura, cuando estas de viaje en bicicleta
no suele ser por lo general agradable.
Todo parece indicar que a pesar de la
fuerte lluvia de anoche la sequía va a seguir. Y sin contar con el caluroso
verano que seguro nos espera y con algún que otro incendio forestal que no
vamos a poder controlar como quisiéramos. A esto es lo que se suele llamar el lenguaje
de los elementos, que no sólo nos alerta de las consecuencias bien sabidas del
cambio climático, y que además nos recuerda que hay una parte de la vida que no
controlamos y que cada uno de nosotros, tanto en lo personal como en lo
colectivo, estamos a merced de factores que ni logramos ni sabemos ni podemos
controlar. Es, visto de otro modo, otra buena cura de humildad para el hombre que
cree saberlo todo.
Ahora me viene a la memoria dos
aspectos que quizás no los tenemos en cuenta como se merecen. Las estadísticas son
claras pero nos puede ayudar que el mal no va a durar eternamente. O sea, a
veces pensamos que lo malo siempre seguirá siendo malo, e irá peor, y así de
forma exponencial. Al futuro no le queda más remedio que ser bueno porque
sencillamente no hemos sido creados para que todo en nuestra vida sea malo. Y
el catastrofismo es un síntoma claro de cierta pobreza espiritual. La vida que
se ha creado para nosotros nunca va a dejar de sorprendernos.
Y sobre todo, lo he dicho ya en
alguna ocasión, que debemos aprender a vivir en la incertidumbre. Y es que
nuestro mundo conformista y deseoso de seguridades patina de vez en cuando,
pues ha olvidado que debemos movernos en
esta inseguridad constante, y es ahí donde nace nuestra fortaleza para afrontar
la vida, no sólo cuando las cosas van bien y sentimos que la vida nos sonríe.
Llueva o no llueva, haga mucho frio o haga demasiado calor, nunca vamos a ser
abandonados.
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