“El hombre que tiene el valor de confesar que se ha equivocado tiene que afrontar el odio más feroz: el odio de los que creían que estaba en lo cierto” (G. K. Chesterton)
Día 6. 2 de junio de 2024.
Miami Platja --- Comarruga.
Distancia: 63,60 km.
Media: 14,87 km/h.
Desnivel positivo: 319 m.
Los que me siguieron cuando “subí” al
Nordkapp se habrán dado cuenta de que estoy repitiendo las etapas, y estarán en
lo cierto, solo estoy cambiando algunas partes de los recorridos para ver cosas
nuevas, aunque tengo que decir que si siguiera el mismo recorrido, en dos años hay
tantos cambios que parece todo nuevo.
En estos primeros días y hasta que
salga de España, mi intención es repetir las etapas, después si que van ha
existir bastantes cambios, espero.
Seguir el mismo recorrido es una
cuestión de recorrer los primeros días más tranquilo y así poder ir cogiendo
confianza en el viaje, casi todo lo que veo y por donde estoy pasando ya lo conozco,
lo que me hace ir más relajado.
Muchas veces tener confianza y confiar
en las personas es muy importantes, no solo en un viaje sino también para
nuestra sociedad. Estoy seguro que en una sociedad la confianza es esencial
para que funcione bien. Sin embargo, para que esto sea posible nuestra sociedad
tiene que tener una sólida identidad, una identidad abierta. Debajo de nuestra
forma de pensar y de ver la vida hay una fuerza profunda eminentemente
decisiva, se trata de una fuerza que se ha hecho con símbolos, con actitudes e
interpretaciones de nuestra existencia a través de los siglos.
Los hombres nos interpretamos a nosotros
mismos y ese interpretación cambia con el tiempo. Es verdad que cambia, pero lo
hace en periodos de tiempo largos, mucho más largos que los cortos ciclos de
una moda o de una idea política. Por eso no podemos comprender lo que esta
sucediendo en Tierra Santa sin entender lo que sucedió hace más de cien años en
el final del Imperio Otomano. Pero, lo mismo sucede en nuestra querida Europa
con la guerra de Ucrania, para comprenderla hay que recordar y entender los
efectos que tuvo tras la I Guerra Mundial la disolución de los grandes imperios
europeos.
Por eso, en algunas ocasiones tenemos
la sensación de haber retrocedido cien años y empezamos a ver las consecuencias
de haber tomado decisiones basándonos en modas que han resultado demasiado
pasajeras.
Una sociedad inteligente es la que da
prioridad a la cultura y cuando se tiene una mirada de larga duración en la
toma de decisiones, una mirada que debe ir más allá de la moda actual, de la
coyuntura, de lo inmediato, una mirada se sabe captar como será el futuro.
Una sociedad puede cambiar, pero necesita
tiempo y cultura, tiempo y autoconciencia. Estas dos claves son necesarias. Por
eso están condenadas al fracaso, y a menudo resultan ridículas, las
pretensiones de inducir un cambio o de frenarlo apoyándose solo y
fundamentalmente en el poder, en la fuerza de la organización, en la fuerza del
estado-nación o de una cierta doctrina. El tiempo es cruel con las formas de
poder puro y con las fórmulas doctrinales que tienen una falta de cultura, un
déficit de vida. Es el mundo de la vida el que juzga y el que da forma al
presente.
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