lunes, 16 de octubre de 2023

¡¡¡Vamos a por el lunes!!!

 “Un clásico es un autor al que se cita en vez de leerlo”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Me sorprendió ayer por la tarde una expresión, que me costó entender su significado, la “cultura de la muerte”, y es que, si llamamos cultura a todo un conjunto de modos de vida y costumbres que se dan en una época o en una sociedad y, oigo decir que estamos rodeados por una “cultura de la muerte” de entrada me preocupo.  

¿Existen motivos para que me preocupe? ¿existe una visión social que considera la muerte de las personas con cierto favor? ¿tenemos una serie de actitudes, comportamientos, instituciones y leyes que favorecen y provocan que se puedan suprimir algunas vidas humanas? Interesantes preguntas que nos pueden llevar a respuestas sorprendentes.

De entrada, me sorprende el que me pueda encontrar con personas que defienden una “cultura de la muerte”, entendida según la acabo de definir. Pero, esas personas me dicen que existen.

La pregunta obligada ahora es ¿qué actitudes y que comportamientos, incluso qué leyes promueven esta “cultura de la muerte”? Puedo pensar rápidamente en esos grupos de personas que aceptan la violencia gratuita como esos hinchas de algunos equipos de fútbol. O en esos grupos que deciden, la eliminación de personas inocentes, como ocurre con los grupos terroristas. O en esos locos del volante que conducen temerariamente elevando el riesgo de accidentes mortales.

Estoy seguro de que la mayoría de nosotros rechazamos esas actitudes, tan reales y que las vemos constantemente. Sin embargo, el problema de apreciar una “cultura de la muerte” aparece ante temas como la pena de muerte, el aborto, el suicidio o la eutanasia, lo cual nos muestra cómo en estos ámbitos la “cultura de la muerte” ha logrado esconderse y avanzar enormemente en las últimas décadas.

¿Qué hacer ante este avance? Según mi parecer, con el respeto a la verdad. Tenemos que ser capaces de ver las cosas como son y averiguar las injusticias que pueden existir en muchos actos que son defendidos y promovidos por personas que ven que exista una “cultura de la muerte” en, por ejemplo, el aborto o en la eutanasia.  

Hay que reconocer la verdad respecto al aborto: en cada aborto se suprime la vida de un ser humano en sus momentos iniciales. Negar este dato es un acto de deshonestidad intelectual, es un abuso lingüístico de quien defiende la mentira para eliminar a hijos no nacidos. Igualmente, en la eutanasia, entendida como acto o como omisión programada directamente para provocar una muerte que no ocurriría sin ese acto, un ser humano elimina (mata, podríamos decir de modo explícito) a otro ser humano, con la excusa de que se quieren evitar sufrimientos “inútiles” o insoportables.

En estos dos casos (aborto y eutanasia) se toma una opción contra una vida en función de ciertos intereses.

¿Cómo ha sido posible un avance tan significativo de la “cultura de la muerte”? ¿Puedo decir entonces que existe la posibilidad de que exista una “conjura contra la vida”?

Tenemos que pensar un poco más sobre este tema, no está bien que vivamos en una sociedad en la que algunas personas no quieren que otras puedan nacer, vivir o morir de modo digno. Esas personas a las que no se las quiere vivas, merecen respeto y amor, sencillamente porque son seres humanos como nosotros, tal vez débiles, quizá estén sufriendo, y, por ello mismo, están más necesitados de nuestro apoyo y compañía.

¡Ah! Después de todo lo anterior, tengo que concluir que la “cultura de la muerte” no puede ser una verdadera cultura (en la segunda acepción del término), sino anticultura, pues sólo hay verdadera cultura allí donde hay humanización, respeto a todos los hombres y a cada hombre, comenzando, precisamente, por ese bien que posibilita la convivencia de la sociedad: el de la vida de cada uno de nosotros.

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