“Un clásico es un autor al que se cita en vez de leerlo”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Me sorprendió ayer por la tarde una expresión, que me costó entender
su significado, la “cultura de la muerte”, y es que, si llamamos cultura a todo
un conjunto de modos de vida y costumbres que se dan en una época o en una
sociedad y, oigo decir que estamos rodeados por una “cultura de la muerte” de
entrada me preocupo.
¿Existen motivos para que me preocupe? ¿existe una visión social que
considera la muerte de las personas con cierto favor? ¿tenemos una serie de
actitudes, comportamientos, instituciones y leyes que favorecen y provocan que
se puedan suprimir algunas vidas humanas? Interesantes preguntas que nos pueden
llevar a respuestas sorprendentes.
De entrada, me sorprende el que me pueda encontrar con personas que
defienden una “cultura de la muerte”, entendida según la acabo de definir. Pero,
esas personas me dicen que existen.
La pregunta obligada ahora es ¿qué actitudes y que comportamientos,
incluso qué leyes promueven esta “cultura de la muerte”? Puedo pensar rápidamente
en esos grupos de personas que aceptan la violencia gratuita como esos hinchas
de algunos equipos de fútbol. O en esos grupos que deciden, la eliminación de
personas inocentes, como ocurre con los grupos terroristas. O en esos locos del
volante que conducen temerariamente elevando el riesgo de accidentes mortales.
Estoy seguro de que la mayoría de nosotros rechazamos esas actitudes,
tan reales y que las vemos constantemente. Sin embargo, el problema de apreciar
una “cultura de la muerte” aparece ante temas como la pena de muerte, el
aborto, el suicidio o la eutanasia, lo cual nos muestra cómo en estos
ámbitos la “cultura de la muerte” ha logrado esconderse y avanzar enormemente
en las últimas décadas.
¿Qué hacer ante este avance? Según mi parecer, con el respeto a la
verdad. Tenemos que ser capaces de ver las cosas como son y averiguar las
injusticias que pueden existir en muchos actos que son defendidos y promovidos
por personas que ven que exista una “cultura de la muerte” en, por ejemplo, el
aborto o en la eutanasia.
Hay que reconocer la verdad respecto al aborto: en cada aborto se
suprime la vida de un ser humano en sus momentos iniciales. Negar este dato es
un acto de deshonestidad intelectual, es un abuso lingüístico de quien defiende
la mentira para eliminar a hijos no nacidos. Igualmente, en la eutanasia,
entendida como acto o como omisión programada directamente para provocar una
muerte que no ocurriría sin ese acto, un ser humano elimina (mata, podríamos
decir de modo explícito) a otro ser humano, con la excusa de que se quieren
evitar sufrimientos “inútiles” o insoportables.
En estos dos casos (aborto y eutanasia) se toma una opción contra una
vida en función de ciertos intereses.
¿Cómo ha sido posible un avance tan significativo de la “cultura de
la muerte”? ¿Puedo decir entonces que existe la posibilidad de que exista una “conjura
contra la vida”?
Tenemos que pensar un poco más sobre este tema, no está bien que
vivamos en una sociedad en la que algunas personas no quieren que otras puedan
nacer, vivir o morir de modo digno. Esas personas a las que no se las quiere
vivas, merecen respeto y amor, sencillamente porque son seres humanos como
nosotros, tal vez débiles, quizá estén sufriendo, y, por ello mismo, están más
necesitados de nuestro apoyo y compañía.
¡Ah! Después de todo lo anterior, tengo que concluir que la “cultura
de la muerte” no puede ser una verdadera cultura (en la segunda acepción del
término), sino anticultura, pues sólo hay verdadera cultura allí donde hay
humanización, respeto a todos los hombres y a cada hombre, comenzando,
precisamente, por ese bien que posibilita la convivencia de la sociedad: el de
la vida de cada uno de nosotros.
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