“Hay algunas cuestiones en las que la posición más fanática es la más razonable. Contra el canibalismo o contra dar palizas a las esposas, por ejemplo”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Hay temas en los que me resulta muy difícil
tener una opinión clara y momentos en los que al mirar lo que nos está pasando
en este país no llegar a la conclusión de que estoy viviendo en uno de los
momentos políticos más desesperanzadores que yo recuerde. No lo digo por la
incertidumbre por la formación de un Gobierno, sino por el interés que tienen
nuestros políticos en colocarse en direcciones contrapuestas, que está haciendo
imposible cualquier tipo de entendimiento.
Vemos como normal que ya sea el partido
o los partidos que consiguen más votos gobiernen, imponiendo su mayaría, sin
contar para nada con la mal llamada oposición, también vemos como normal que
quien no gobierne se limite a ponerse en contra de todo lo que propone quien está
gobernando.
Pero amigos míos, esto no es la política.
Lo que nos está pasando en estos meses nada tiene que ver con ese ideal de lo
que es y significa hacer política, al menos como la entiendo yo.
Hay que ver la política ya sea desde una
perspectiva subjetiva donde debería ser como una gran vocación de servicio a
los demás, que no implica solo a los políticos “profesionales” sino a todos
nosotros cuando de alguna manera hacemos política. O ya sea desde una
perspectiva externa, como una herramienta para alcanzar el bien común que no se
quede solo en los parlamentos o en el gobierno, sino en toda el área pública. Y,
solo con mirar un poco la realidad de nuestro país me parece a mí que no es así
en ninguno caso.
Me parece que nos hemos olvidado de algo
muy importante; y es que nadie, nunca, debe pensar que posee toda la verdad. Recordad
que la verdad se busca, nunca se posee, la realidad, que lo queramos o no
responde a bases objetivas, siempre tendrá matices de percepción y, para poder equilibrarlos
todos es necesario dialogar, escuchar y encontrarse con el otro, no solo
coincidir físicamente en una misma habitación, sino de estar abierto al
entendimiento, a la posibilidad de coincidir sobre la visión de un asusto. Así
ha de ser también la política.
Estamos cada día más aceptando que las
acciones políticas son relativas, ya sea en las normas o en los debates. Y, es que,
si no hay unos criterios objetivos sobre los cuales distinguir una cosa de otra
con seriedad, no hay debate posible ni encuentro que llegue a buen puerto. Si
como vemos ahora, todo depende de lo que proclame el líder, al que se le debe
de obedecer ciegamente, y de los argumentos que escribe el gabinete de prensa
del partido, los cuales hay que repetir como unos loros, no hay predisposición
para el diálogo. Y es que, si el interlocutor con el que nos tenemos que sentar
lo considero como un rival, como un enemigo a batir, no existe ninguna
posibilidad de acuerdo.
Todo esto no lleva a que tengamos dos
enormes problemas: por una parte, la imposibilidad de realizar las mejores
medidas posibles, que son fruto del diálogo y del discernimiento, para alcanzar
el bien común en cada caso; de otro, que esa polarización es cada vez más
grande, conscientemente buscada por los políticos para llevarla al resto de la
sociedad.
Y esto es la pescadilla que se muerde la
cola, la polarización de los políticos nos lleva a la polarización de la
sociedad, lo que se refleja en nuestro día a día, en nuestro ambiente cotidiano
y social.
Hay, entonces, si queremos solucionar
esta situación empezar por no dejarnos influir por esa división que nos imponen.
Dialoguemos nosotros, entendámonos, impliquémonos en la vida pública, exijamos
a nuestros representantes que estén a la altura que se necesita en estos días,
y es que otra clase de política se puede hacer.
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