“Cuando las cosas malas son malas, las buenas se hacen buenas en un
estallido apocalíptico. Algunos son tristes porque no creen en Dios; pero
muchos más lo son porque no creen en el demonio”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Una de las cosas que más me sorprenden de las personas más jóvenes con
las que me encuentro es el nivel tan limitado y bajo de sus sueños. Supongo que
será porque me recuerdo aspirando a mucho más, buscando un gran objetivo por
el que merecía la pena apostar, pelear… Una clase de ideal que me hacía pensar
que un mundo mejor se podía conseguir y que estaba en mi mano ayudar a
conseguirlo. Tenía claro que había que aspirar a mucho más para alcanzar algo.
Alguna vez, al escuchar muchos de los sueños tan pequeños de la gente
se me ha escapado; “¡hala! ¡en serio!” “¡solo!” y es que me parece que se está
imponiendo una rebaja de los ideales y sueños. Tal vez sea por la crisis
económica y social por la que estamos pasando, tal vez porque nos hemos
acostumbrado a una resignación que nos hace confundirla con la virtud… La
verdad es que se están atenuando las ganas de vivir y de mejorar. Y, claro, con
este panorama es muy difícil ver las cosas desde una perspectiva más idealista.
Es verdad que la vida no va solo de soñar, sino que hay que estar en
la realidad de las cosas y no en otro lugar. Pero es que, viendo a lo que
aspira la gente comparándolo con lo que yo pensaba, me da la sensación de que
se ha impuesto una clase de sensatez que no se distingue de una derrota ante las
ideas y convicciones que fueron básicas en mi juventud. Son muy pocos los que
aún creen y aspiran a que la verdad venza, a conseguir una victoria del bien y
de la humanidad. Pocos son los que continúan luchando por la justicia confiando
en el poder que tiene la bondad y el espíritu pacífico. Son pocos, también, los
que son capaces de entusiasmarse ante la idea de conseguir un mundo mejor.
Desde hace unos veinte o treinta años veo que las personas cada vez
más piensan que para sobrevivir a los peligros de cada día, hay que hacer más
pequeños nuestros sueños, echando a la basura una cantidad de cosas buenas que
ya consideramos prescindibles. Pero que eran las que nos marcaban el horizonte al
que queríamos llegar. Ya sé que ahora se pisa un terreno más seguro, la gente
tiene más seguridades, sin embargo, de poco sirven si no tiene sentido hacia el
que caminar.
Está claro que, con el paso de los años, cuando vamos madurando en la
vida empezamos a relativizar las cosas y colocando en su lugar algunos de
nuestros ideales. Pero si esto lo empezamos a hacer antes de tiempo puede
convertirse en simples fracasos que van reduciendo nuestra humanidad y nos
mutilan el alma. Me causa tristeza ver como muchos jóvenes ya no viven con la
verdad por delante, porque han descubierto, viendo lo que pasa a su alrededor,
que es más útil y rentable la mentira. Me entristece observar cómo ante el
primer desengaño y la primera traición abandonan la confianza en la bondad del
hombre y, esconden su corazón para evitar sufrir y que les hagan daño. Es
sorprendente ver como se desconfía ya no solo de las personas, sino también de
los grandes ideales, de forma que las grandes causas y las banderas que
levantamos hace años son pisoteadas porque lo políticamente correcto es más
rentable que la verdad, y de cómo se ha llegado a la conclusión de que detrás
de un gran ideal hay un cretino aún más grande.
Los gritos de hace unos decenios motivados por la defensa de la justicia
ya no se oyen, han ido reduciendo su volumen a base de aceptar acuerdos con
pequeñas injusticias. Son todas ellas pequeñas derrotas que han ido desligando
y estropeando partes del alma de las personas.
A pesar de todo, estoy seguro de que todo esto no es fruto de una
evolución del hombre, y que las personas poseemos en nuestro interior un deseo
de ilusiones y grandes ideales. Lo que pasa es que hemos ido ahogando su
entusiasmo a base de hacer creer que el éxito pasa por tapar con bienestar y
dinero los huecos del alma en los que antes habitaban la fe y la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario