viernes, 13 de octubre de 2023

¡¡¡Feliz viernes!!!

 “La finalidad principal de la vida del hombre es mirar las cosas como si no las hubiese visto nunca”.  (G. K. Chesterton)  

¡¡¡Buenos días!!!

Si pensamos que cualquier información o cualquier afirmación que un Estado da a sus ciudadanos tiene que poder ser discutida, estamos diciendo que se trata de un Estado que se considera democrático, en caso contrario pondríamos poner en duda la democracia, pues bien, tenemos ahora que reflexionar en lo que estamos observando a nuestro alrededor.

Pensando de esa manera nos encontramos en que es necesario, entonces, que se garantice la capacidad libre e informada de disentir sobre cualquier asunto, incluso admitiendo opiniones que puedan molestar al Estado. La fuerza de una democracia radicaría en aceptar, más aún, en propiciar, la discusión permanente de las decisiones que adoptan y ejecutan quienes tienen legitimidad para hacerlo.

Ahora bien, en el debate público, junto al intercambio de ideas, se produce en numerosas ocasiones una transmisión de información o se expresan ideas que se sustentan en hechos que pueden ser veraces o no. Esto puede suceder ejerciendo la libertad de información, cuando se están transmitiendo opiniones que se basan en supuestos deliberadamente falsos. Ahora tendremos que preguntarnos si la libertad de expresión nos permite mentir, me refiero a expresar críticas, defender y propagar ideas basándose en hechos que faltan a la verdad, incluso a veces, son radicalmente falsos.  

Ahora, una buena pregunta podría ser; ¿cuándo podemos decir que se ha cruzado esa línea roja que separa lo que cabe considerar crítica, o defensa de puntos de vista discrepantes u opiniones políticas sustentadas en hechos veraces, de las opiniones o informaciones que manipulan los hechos que transmiten e incluso incurren en la falsedad o en la mentira, en lo que ha venido a denominarse desinformación?

Si estamos constantemente recibiendo mala información no vamos a ser capaces de ponernos de acuerdo ni siquiera en aspectos básicos, lo que impide construir una democracia que funcione. Y es que, la democracia se debe de asentar sobre un debate público que sea plural e informado; no solo en la libre opinión, sino también en que la información sea veraz. Se precisa tener una información completa y verídica.

En definitiva, lo que interesa es aclarar si hay afirmaciones, ya sea del gobierno o de ciudadanos o de asociaciones o partidos políticos, no importa, que, por su absoluto desprecio al rigor informativo o por su manifiesta intención de engañar, no son admisibles. La democracia reclama libertad informativa y de expresión, pide participación y debate, pero en esa interacción hay unas mínimas reglas de juego que deben respetarse cuando ciertas expresiones o la comunicación de determinados hechos falaces confrontan con derechos constitucionalmente protegidos.

Posiblemente es hora de que debamos determinar cuáles son esos mínimos exigibles para una pacífica convivencia, si queremos hablar de una garantía democrática básica.

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