“El hombre que mata a un hombre mata a un hombre. El hombre que se mata a sí mismo mata a todos los hombres, por lo que a él respecta” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Hoy en día parece que ante acontecimientos como los que están
sucediendo en Tierra Santa nos tenemos que posicionar al momento de que
sucedan, sin reflexionar pausadamente durante unas horas o días, esta sociedad
propicia esa prisa en tomar un bando.
En realidad, ante estos hechos, no necesito tanto tiempo, pero la
pregunta es obligada de todas formas ¿dónde debo posicionarme? ¿Qué bandera
debo levantar? Pues lo tengo muy fácil, tengo que mirar los hechos desde la
misericordia. Sí, la misma con la que me acerco a toda persona que sufre en
este mundo y que no tiene en cuenta la clase de persona que sea ni se deja
guiar por criterios políticos ni ideológicos ni económicos. Efectivamente, la
misma que me dice que toda vida humana vale. El resto es política, tal vez
necesaria, pero política.
En este caso particularmente conviene recordar que las religiones
tienen un peso específico en el problema, y qué si todos nos sentimos hijos de
Dios, y lo experimentamos como una relación de amor, nuestro enemigo se
convierte automáticamente en nuestro hermano, por muy diferente y ruin que nos
pueda llegar a parecer.
Resumiendo, los cristianos buscamos la fraternidad, y para que esto
suceda es preciso comprender que la oferta cristiana pasa por vivir todos como
hijos de un mismo Dios. Un Dios, que no haría falta recordar que es amor.
Así de fácil, así de sencillo y así de complicada es la solución a
todo lo que está pasando en Tierra Santa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario