“No pretendamos, como esos torpes demagogos, empujar a los triángulos a que se emancipen de la tiranía de sus tres lados”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
A pesar de la primera pantalla de la mayoría de las webs de los periódicos,
no veo que el mundo esté tan estropeado que no tenga remedio, ni que una parte
de la humanidad comience el día con el propósito de engañar a la otra parte.
Siempre he pensado que era una exageración pensar que el mundo este “perdido”. No
es que haya que negar lo evidente, pero tampoco cargar las tintas. Estimo que
hay más gente que, en medio de sus obligaciones, agobios y sinsabores, que
todos tenemos, tratan de sobreponerse y dar lo mejor de sí mismos.
A mí me emociona que cuando entro en algún lugar en el que ando
despistado una persona se me acerque a darme un consejo o simplemente decirme:
¡cariño!, ¿necesitas algo? O que vaya a una tienda y me atiendan con amabilidad,
que me faciliten las cosas, e incluso, en medio de la que está cayendo, me
sonrían: tiene su mérito; no me acostumbro, siempre me alegra. No sé. No veo
que vayamos crispados por la vida. Personalmente me encuentro desencrespado; y
lo veo en otros: es mejor dar paz porque se está en paz, que desarbolado en pie
de guerra.
Tenemos que ser capaces de ver lo bueno que hay en los demás, incluso
a través de las muchas distorsiones que nos pueden incapacitar para la ver la
bondad. Que nos encontremos en un mundo imperfecto nos debe espolear a mejorar,
a luchar en el sentido bíblico de la expresión, o sea pelear en las batallas
que realmente importan. Pues esto va a ser lo que nos hará mejores.
A veces tengo la impresión de que algunas personas no se han
propuesto ser buenos, que les da igual todo y que deciden dar por sentado que lo
mal que esta el mundo no tiene remedio, cuando sin lugar a duda muchas cosas
tienen arreglo.
Se tiene que comprender que muchas cosas se hacen mal, lo malo no es que
se hagan cosas mal en el mundo, si uno se percata. Lo peor, en mi opinión, es
no darse cuenta de lo que se hace, ya sea por ignorancia, inadvertencia,
incompetencia; y excusarse de la propia responsabilidad, echando las culpas a
los otros. Se necesita cierta valentía para admitir el propio fracaso.
Lo que pasa es que, en la sociedad actual, y tal como están las
cosas, si admito que no he estado acertado no voy a deber tener más remedio que
dejar lo que estaba haciendo, bajar la cabeza y recibir toda clase de insultos;
cuando más bien, en mi opinión, debería venirme arriba, y ser, por ese mismo
coraje, admirado. Cuando uno llega a un lugar donde su incompetencia es manifiesta
lo que debería hacer es bajar un escalón. No pasa nada, nadie es imprescindible
en esta vida. Sin duda, esta forma de actuar nos puede evitar muchos problemas
y, sobre todo, dejaríamos de acalorarnos y ser crueles con los que se han
equivocado.
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