“Lo más increíble de los milagros es que ocurren” (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Ayer por la tarde me sentía especialmente contento, no por nada en concreto,
pero lo estaba, así que se me ocurrió mirar lo que me tenía que decir el
Diccionario de la RAE sobre la palabra “contento”. Y, me encontré con dos
adjetivos; alegre y satisfecho. Normal. Y, claro, ¿Quién no prefiere la alegría
y la satisfacción a sus contrarios, la tristeza y la insatisfacción?
El problema puede aparecer cuando ese “estar contento” se convierte muchas
veces en el principal o incluso único criterio para hacer las cosas y tomar
decisiones sobre ellas.
Hay una frase que nos puede indicar que no estamos aprovechando bien ese
“estar contento”, y es; “si tú estás contento…”. De seguro que esa frase la
habremos dicho o nos la habrán dicho en más de una ocasión. No quiero decir que
no esté bien dicha ni bien aplicada, sino que muchas veces es incompleta.
Si observamos, cuando la usamos notamos que nos encontramos ante una
decisión que hemos tomado o que han tomado: “este fin de semana me voy a…” Si
tú estás contento… Oye, pues si no tienes otros compromisos y puedes, ánimo.
¿No nos hemos detenido a pensar que hay otros factores más
importantes que el mero contento personal a la hora de tomar una decisión?
Seguro que sí, seguro que lo hemos pensado muchas veces, pero ¿los tenemos en
cuenta? O solo los miramos de reojo.
¿Cuál es la verdadera alegría y el verdadero contento? Aquí se nos
abre mucho el tema, pero yo veo tres cosas que son necesarias para sentirse
alegres, veamos, alguien a quien querer, algo que hacer y algo en que esperar. Sin
amor está claro que no puede haber alegría pues el rencor y la alegría son
incompatibles. Sin querer hacer algo con entrega y amor no va a salir ningún
tipo de alegría de nosotros. Del no
hacer nada y no ser útil a nadie, no nace alegría sino aburrimiento.
He aquí una pequeña guía: hacer las cosas con amor y así llevar un
poco de alegría a nuestro alrededor, mientras esperamos la alegría final.
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