¡¡¡Buenos días!!!
Durante los últimos días me atrevo a aventurar que,
entre vosotros, sobre todo los que tienen ideas más de izquierdas, pueden estar
molestos porque no he insistido suficiente en ellas, y otros de ideas opuestas
que también están molestos porque he ido demasiado lejos. Si esto es así,
podemos ver claramente los problemas que aparecen al querer construir una
sociedad basada en los principios que comentaba en días anteriores.
La mayoría de nosotros en realidad no vamos a
abordar el tema de “haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti” con el
objeto de descubrir lo que en verdad quiere decir, si no que nos enfrentamos a
él esperando encontrar algo que nos vaya bien. En ese lema esperamos algo de lo
que se pueda sacar provecho cuando en realidad lo que tenemos enfrente es una
enseñanza.
No es posible llegar nunca a conseguir una sociedad
con esa idea hasta que la mayoría de nosotros la desee de verdad. Y no lo
desearemos de verdad hasta que no profundicemos en ella. Yo podría estar todos
los días insistiendo hasta el agotamiento: “Haz a los demás lo que quieres que
te hagan a ti”, pero no podré realmente llevarlo a cabo hasta que ame a mi
prójimo como a mí mismo. Y no puedo aprender a amar a mi prójimo como a mí
mismo hasta que no aprenda a conocerme en profundidad. Y no puedo aprender a
conocer lo que hay en mi interior salvo que aprenda a hacerle caso, a tenerle
en cuenta.
Y así, como era presumible, nos encontramos delante
de algo más profundo y más interior, y casi sin darnos cuenta, nos hemos
trasladado desde estar hablando de problemas sociales a asuntos religiosos.
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