¡¡¡Buenos días!!!
Como
esta noche ha sido de dormir poco, cometí el “error” de tomarme un café pasada
ya la media tarde, he tenido tiempo para buscar un buen ejemplo que intente
aclarar lo que decía ayer. Y, creo haberlo encontrado en una Comparsa de Moros
y Cristianos.
Si ahora
pensamos en todos nosotros, en nuestra sociedad, y nos viésemos como una
Comparsa en perfecta formación. El desfile que realizáramos será un éxito solo
si, en primer lugar, no chocamos los unos contra los otros o no nos cruzamos en
nuestra trayectoria y si, en segundo lugar, si cada uno de nosotros estamos en
buen estado para desfilar. De hecho, no es posible tener una de estas dos cosas
sin la otra.
Si no
hacemos más que chocar los unos contra los otros no podremos avanzar. Por otro
lado, si no nos encontramos bien o estamos desorientados no podremos evitar
estar tropezando los unos con los otros.
Pero
hay una cosa que todavía no hemos considerado. No hemos preguntado dónde se
dirige la comparsa. Puede ser que todos estemos bien, en forma, pero así y todo
el desfile podría no ser un éxito si unos marcar un paso moro y otros el
cristiano. Y por bien que nos encontremos todos y marcamos el mismo paso, si en
la próxima esquina unos van a la derecha y otras quieren ir a la izquierda, tampoco
vamos a desfilar bien.
La
moral, por lo tanto, es lo que se ocupa de estas tres cosas. La primera, de la
armonía entre los componentes. La segunda, mantener en condiciones a los
componentes para que puedan desfilar. Y la tercera, del objetivo final, del
rumbo que tendría que seguir la comparsa para acabar con éxito el desfile.
Lo
que sucede en nuestra sociedad es que casi siempre se está pensando en la
primera cosa y se olvida de las otras dos.
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