¡¡¡Buenos días!!!
Casi sin darte cuenta te encuentras, en momentos en
los que no entiendes lo que está pasando o cuando te suceden cosas a las que no
encuentras explicación, diciendo frases como “todo pasa por algo”, “esto que me
ha pasado es una señal”. Son expresiones que estoy seguro dices muchas veces
como en broma, pero a las que recurres muchas de las veces sin ser muy
consciente.
Son como
letanías que, de alguna manera, te muestran ese deseo un poco oculto de que tú vida
no pase sobre ascuas en esta época en la que, cada vez más, parece que la
práctica de tus creencias se abandona. Esos ideales que algún día tuviste ves
que no se mantienen, ya sea por la falta de sentido, de reflexión, de
profundidad, o por falta de capacidad para defenderlos.
Y es que, para una sociedad tan habituada a los
hashtags, las campañas, las indignaciones y las modas frenéticas, este tipo de frases
hechas encaja como un guante. Llevar al cuello la medalla del Ecce- Homo de
Pego no necesariamente te exige ser más amable en el trabajo. Leer tu horóscopo
para saber qué tal tu semana no suele ser una llamada a mirar a los que te
rodean. Y así con un montón de cosas.
Y entonces la pregunta. Una que surge en esos
extraños y por desgracia pocos momentos en los que te encuentras en lo más
escondido de tu silencio. Una que te haces y nos hacemos muchos y que determina
en gran medida el modo en que nos planteamos la cotidianidad del día a día y lo
extraordinario de un viaje con la bicicleta: ¿Creo? ¿En qué? Y, sobre todo,
¿para qué? Acostumbrado como estas a vivir de eslóganes o de gestos de poca
hondura, te encuentras ante un reto enorme: vivir lo que crees y ponerlo en
práctica en lo concreto de cada acto.
Porque amigo mío, ser cristiano no es complicado e
incluso puede ser fácil, lo difícil es hacerlo en la práctica. Pero cuando se
le encuentra el sentido, entonces empieza la aventura.
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