jueves, 23 de febrero de 2023

¡Adelante con el jueves¡

 ¡¡¡Buenos días!!! 

Entre los muchos problemas que vemos en nuestro alrededor hay uno que deberíamos afrontarlo como civilización, tanto ahora como en los próximos años, se trata de la defensa de la dignidad humana.

Me da la impresión de que el problema va cogiendo cada día más fuerza, como si cogiese más velocidad a medida que vamos viendo las decisiones que se van tomando, lo que hace que parezca complicado detenerlo. Vemos como se pone en entredicho discretamente la idea básica de persona y nuestra obligación como sociedad de proteger la vida humana, llevándonos sin darnos cuenta hacía unos tiempos todavía más inciertos.

Da la impresión de que queremos pasar por encima de este tema sin habernos puesto de acuerdo sobre nuestra propia percepción del ser humano y sin un proyecto claro de nuestra realidad humana que vaya más allá de la exaltación de la libertad, del consumismo y de la búsqueda del placer personal.  Y claro, ante tanta confusión son las ideologías, la economía y la tecnología las que terminan decidiendo por nosotros, y de paso van marcando el ritmo de la sociedad. 

Ante las preguntas sobre cómo se pueden poner límites a la libertad cuando esta se excede sobre la delgada línea entre el bien y el mal, sobre quién va a proteger a los más indefensos o sobre quién asume las consecuencias de sus decisiones, no encontramos respuesta en las pancartas que llevan los políticos. Da la impresión de que el grito, los intereses electorales y la emoción instantánea oscurecen cualquier tipo de razonamiento sobre algo tan esencial como es nuestra propia naturaleza. Y, sobre todo, ¿qué vamos a hacer para proteger la vida humana en este descontrolado siglo?

No podemos olvidar por muchas leyes y polémicas que vayan surgiendo que somos personas con cuerpo y alma, y que nuestra vida no debe pivotar solamente sobre conceptos únicos como la libertad o el placer, por muy importantes y necesarias que puedan ser. Casi sin darnos cuenta, podemos descuidar que nuestra visión de la persona determinará el devenir de la humanidad en las próximas generaciones, y que, si soslayamos elementos tan esenciales como la dignidad de la vida humana, la trascendencia y por supuesto el amor corremos el riesgo de convertirnos en meros objetos de consumo, en máquinas o en simples animales. Y los siguientes pasos, cada uno se los puede imaginar a su manera, porque el futuro puede que sea tan extraño como peligroso.

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