¡¡¡Buenos días!!!
Entre los
muchos problemas que vemos en nuestro alrededor hay uno que deberíamos afrontarlo
como civilización, tanto ahora como en los próximos años, se trata de la
defensa de la dignidad humana.
Me da la impresión de que el problema va cogiendo
cada día más fuerza, como si cogiese más velocidad a medida que vamos viendo
las decisiones que se van tomando, lo que hace que parezca complicado
detenerlo. Vemos como se pone en entredicho discretamente la idea básica de
persona y nuestra obligación como sociedad de proteger la vida humana,
llevándonos sin darnos cuenta hacía unos tiempos todavía más inciertos.
Da la impresión de que queremos pasar por encima de
este tema sin habernos puesto de acuerdo sobre nuestra propia percepción del
ser humano y sin un proyecto claro de nuestra realidad humana que vaya más allá
de la exaltación de la libertad, del consumismo y de la búsqueda del placer
personal. Y claro, ante tanta confusión
son las ideologías, la economía y la tecnología las que terminan decidiendo por
nosotros, y de paso van marcando el ritmo de la sociedad.
Ante las preguntas sobre cómo se pueden poner límites
a la libertad cuando esta se excede sobre la delgada línea entre el bien y el
mal, sobre quién va a proteger a los más indefensos o sobre quién asume las
consecuencias de sus decisiones, no encontramos respuesta en las pancartas que
llevan los políticos. Da la impresión de que el grito, los intereses
electorales y la emoción instantánea oscurecen cualquier tipo de razonamiento
sobre algo tan esencial como es nuestra propia naturaleza. Y, sobre todo, ¿qué
vamos a hacer para proteger la vida humana en este descontrolado siglo?
No podemos olvidar por muchas leyes y polémicas que
vayan surgiendo que somos personas con cuerpo y alma, y que nuestra vida no
debe pivotar solamente sobre conceptos únicos como la libertad o el placer, por
muy importantes y necesarias que puedan ser. Casi sin darnos cuenta, podemos
descuidar que nuestra visión de la persona determinará el devenir de la
humanidad en las próximas generaciones, y que, si soslayamos elementos tan
esenciales como la dignidad de la vida humana, la trascendencia y por supuesto
el amor corremos el riesgo de convertirnos en meros objetos de consumo, en
máquinas o en simples animales. Y los siguientes pasos, cada uno se los puede
imaginar a su manera, porque el futuro puede que sea tan extraño como peligroso.
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