¡¡¡Buenos días!!!
Muchas
mañanas tengo la impresión, a la hora de escribir mi opinión sobre algún tema,
una cierta prudencia que a veces puede rozar el miedo. Ya que, después de
publicarlo, algún amigo o conocido hará un comentario hostil u ofensivo sobre
ello, que dará ocasión a una discusión en la que otros también expondrán sus
razones a favor o en contra, provocando en definitiva algo de polémica y
hostilidad. Estas discusiones, en muchos casos, se prolongan, haciéndome perder
no solo mucho tiempo, sino también paciencia, al ver que, por muchos argumentos
que exponga, estos no convencen ni producen un diálogo con aquellos que tienen
una opinión diferente a la mía.
Una vez en
esta situación, algunas veces me pregunto si es mejor evitar todos los temas
polémicos ya que crean división, o, por el contrario, entrar a todos los trapos
para defender ante los demás mi posición. Pienso que este punto es importante
en lo que se refiere a la presencia de mis ideas en las redes.
Recuerdo
que hace unos años me plantee el tema de la necesidad de discernir mi silencio.
Ya que, hay silencios que, tienen su origen en el miedo, silencios que se
vuelven cómplices de aquello contra lo que deberían hablar. Y otros que, por
tener su origen en el deseo de vencer contra aquel que piensa diferente, genera
lucha y división.
Por ello,
creo que es importante pensar antes de publicar información y provocar debates
en las redes. Ya que pienso que no se puede callar delante de las injusticias
ni dejar que estas pisoteen los derechos de los demás (ni los míos). Pero a la
vez, tampoco puedo desgastarme en discusiones y debates inútiles, en las que no
solo no logro nada, sino que acaban robándome las energías que podría utilizar
para mostrar mis opiniones sobre otros temas.
La
conclusión que saco es que necesito algunas cualidades que no se si poseo, como
la valentía, la inteligencia y la calma. Digo valentía para que no sea el miedo
a las descalificaciones el que decida el contenido de los “Buenos días”, sino
que sea más bien mi mirada sobre este mundo y sobre mi vida. Digo inteligencia
para saber en qué debates merece la pena meterse y en cuáles no, a la vez que
saber cuándo es el momento de parar de discutir defendiendo mi idea, para
dedicarme a mostrarla. Y digo calma para no tomarme todo de manera personal y
no escribir buscando triunfar, sino hacer pensar.
En el fondo
se trata del ejercicio difícil, pero no imposible, de saber cuándo se debe
hablar y cuándo callar, sin confundir estos dos momentos.
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