¡¡¡Buenos días!!!
Nos falta
imaginación, nos falta muchísima imaginación. Creímos que después de la guerra
Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial todo iba a ser más tranquilo y
sin más guerra en nuestra querida Europa. Os creéis, por ejemplo, que en una
Europa donde Rusia ataca Ucrania provocando una guerra que se podría
transformar en nuclear, podréis llevar a partir de ahora la misma vida que
estáis llevando. ¡Qué optimismo! Europa corre estos días un gran riesgo y tiene
la mejor oportunidad de su historia. Esta es para mí una verdad que me
gustaría, si pudiera, trasladaros.
Estoy
seguro de que os gustaría que hablara más de la “mejor oportunidad de su
historia” que de la que está “corriendo un gran riesgo”, pero las dos vienen a
ser la misma, al menos, estas dos verdades están unidas. Precisamente porque
Europa corre un riesgo muy grande, tiene ahora su mejor oportunidad. Vosotros
veis, nada más salir de vuestra casa, por todas partes, la civilización
europea. Veis sus obras. Nos encontramos con regiones muy grandes de la tierra
donde es imposible ver esas obras, pero su espíritu se encuentra por todas
partes.
Sí, hay
miles o millones de hombres para los cuales la civilización europea es un bote
salvavidas, una protección, o, mejor dicho, una patria celestial. Lo digo así
porque lo creo de verdad. Lo digo todavía a riesgo de que algunos de vosotros
se encojan de hombros y crean que les estoy comiendo el “coco”. Desde hace
mucho tiempo esos millones de hombres se dieron cuenta de que sobre el mundo
planeaba una amenaza de humillación y sumisión. Ellos no sabían aclarar ni
precisar muy bien esa amenaza. La sentían simplemente como se siente la
proximidad de una tormenta. Los cristianos veían en esta amenaza una amenaza
contra la Iglesia y todos los valores espirituales de la cristiandad. Los otros
no pensaban sino en la libertad.
Pero unos y
otros se imaginaban la civilización europea como un muro infranqueable. Aquí
estaba ese pensamiento europeo, confundido en todas partes con la libertad de
pensamiento. Aquí estaban nuestra tradición y nuestros grandes hombres. Aquí
estaba nuestra historia, tan humana, y nuestra leyenda, más humana aun que
nuestra historia.
Ahora, esos
millones de hombres han intuido de repente el peligro que planea sobre lo que
ellos estimaban. Al hilo del fúnebre presentimiento que los ha invadido de
repente, se han dado cuenta por primera vez que Europa no solo ocupaba un lugar
importante en el mundo, sino que tenía también en sus conciencias un lugar no
menos importante, y han medido al mismo tiempo la profundidad de la esperanza
que habían puesto en nosotros.
En fin, tal
vez mañana, continúe con el tema.
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