martes, 10 de enero de 2023

A quien corresponda:

 A quien corresponda:

La única excusa que hay para escribir esta larga nota es que se trata de la respuesta a un reto. Cuando hace ya un tiempo escribí algunas entradas en este blog se me hicieron algunas aclaraciones. Tal vez, esas personas, pecaron de incautas al hacerle semejantes aclaraciones a alguien dispuesto a escribir una larga contestación a la mínima sugerencia. En fin, aunque esas personas han inspirado las siguientes líneas no tienen por qué leerlas. Si lo hacen, se darán cuenta de que en mis párrafos intento ampliar nuestros puntos en común más que mostrar nuestras diferencias…

Si algo tengo que agradecer a toda esta larga colección de líneas es que me ha permitido repasar y repetirme cosas que ya sabía, y que estoy seguro de que debería de repasar con más asiduidad. Y es que por muy clara que tengas una idea siempre hay que estar repasándola.

Mirad, como ya sabéis, existe una diferencia entre hacer una cosa justa y ser un hombre justo. Existe una diferencia entre hacer una cosa bien y ser una buena persona. Podría seguir, pero me parece que no hace falta.

Aclaro un poco más, un hombre que insiste en hacer no una sino muchas buenas acciones, adquiere al final una cierta cualidad de carácter y puede llegar a ser una buena persona. Y entonces es esa cualidad, antes que, a sus acciones en concreto, lo que le hace ser un hombre bueno. Lo mismo sucede con la justicia.

Si yo pensara solamente en lo que hago bien, podría estar dando a entender varias ideas equivocadas: Podría pensar que, siempre que hiciera lo correcto, no importara el cómo o el por qué lo hago: si lo hiciera voluntaria o involuntariamente, alegre o disgustado, por miedo a la opinión pública o por el hecho en sí mismo.

Pero la verdad es que las buenas acciones que ya hago si las realizo por motivos equivocados no me ayudan a construir la cualidad interna que me hace ser buena persona, y es esta cualidad o característica la que importa realmente.

Puedes pensar que Dios solo quiere la simple obediencia a un conjunto de reglas que nos ha dado, pero lo que quiere es una persona de una determinada manera de ser, que tenga una serie de cualidades.

Y esto me lleva al siguiente punto. Mucha gente a menudo piensa en la moral cristiana como una especie de trato en el que Dios dice: “Si guardáis una serie de reglas os recompensaré, y si no las guardáis haré lo contrario”, pero yo no creo que esta sea la mejor manera de verlo.  

Yo prefiero decir que cada vez que tomamos una decisión, cada vez que hacemos una elección estamos trasformando nuestra cualidad interior de lo que somos en algo ligeramente diferente de lo que éramos antes. Y si consideramos nuestra vida como un todo, con todas sus innumerables elecciones y decisiones, a lo largo de toda ella estamos transformando nuestro ser interior en una criatura buena o en una criatura mala: en una criatura que está en armonía con Dios, con las demás criaturas y consigo misma, o en una criatura que está en un estado de guerra con Dios, con sus congéneres y con ella misma. Cada uno de nosotros, en cada momento, avanza hacia un estado o hacia otro.

Lo que hace la cuestión realmente interesante es que nosotros no podemos averiguar en cada acción que realizan las personas hacia donde se dirigen, pues nosotros solo vemos el resultado de esa decisión no vemos en su interior que marca ha dejado, si buena o mala.

Mirad, un hombre puede estar situado en una posición que, si sufre un ataque de rabia o de ira cause el mal a miles de personas, y otro puede estar situado de otra posición que su ataque de rabia o de ira solo consiga que se rían de él. Pero la marca en su alma podría ser más o menos la misma en ambos casos. Cada uno de ellos ha sido incapaz de controlar su rabia, y según se arrepienta o no, hará que su marca interior le dirija en una dirección o en otra. De ahí que se nos diga que no juzguemos pues las personas solo vemos el resultado exterior. La importancia o insignificancia de lo que hacemos, vista desde fuera, no es lo que realmente importa.

Yo puedo ver que estás realizando una buena acción con una persona, pero al final, no vas a ser juzgado por lo que yo he visto si no por la marca o señal que esa acción está marcando en tu interior.

Y, a partir de aquí voy a referirme a los últimos comentarios que se me hicieron, y no tengo más remedio que escribir que alegremente puedo trasmitir estos conceptos a todos, sean creyentes o no, tengan Fe o no la tengan, y creo que puedo hacer algo más que dar buen ejemplo. Y lo voy a hacer desde el punto de vista cristiano y acerca de lo que los cristianos llamamos la fe.

Si después del párrafo anterior veis que no hay nada interesante ni significativo para vosotros, si tenéis la impresión de que voy a intentar dar respuestas a unas preguntas que nunca os habéis hecho, es mejor que lo dejéis aquí.

Por lo general los cristianos utilizamos la palabra fe en varios sentidos. El sentido más fácil de entender es el que significa simplemente creencia: “yo creo”, aceptar o considerar como verdad las doctrinas del cristianismo. Pero lo que confunde a la gente es el hecho de que los cristianos consideren a la fe en este sentido como una virtud. Como un Don.

Se preguntan: ¿cómo puede ser una virtud? ¿Qué hay de moral o inmoral en creer o en no creer un conjunto de afirmaciones? Son buenas preguntas. Pues se puede pensar que un hombre cuerdo acepta o rechaza cualquier afirmación, no porque quiera o no quiera, sino porque tiene evidencias suficientes o insuficientes. Si esa persona se equivoca acerca de la validez o invalidez de esas evidencias, eso no significaría que era un mal hombre, sino solo que no era muy inteligente. Y es que, si pensará que esa evidencia era insuficiente, pero intentará obligarse a creer en ella a pesar de todo, eso sería simplemente una estupidez.

Es así, pero lo que mucha gente no ve y no se da cuenta pues piensa que si asumimos una vez que algo es verdad seguiremos automáticamente considerándolo como verdad, hasta que aparezca alguna razón para reconsiderarlo. De hecho, se asume que la mente está completamente regida por la razón. Pero esto no es así. 

Por ejemplo, yo puedo estar completamente convencido porque mi razón me lo dice por las evidencias válidas que ha comprobado; veo todos los días a ciclistas pasando por delante de mí y que se puede mantener el equilibrio sobre dos ruedas. Mi razón sabe perfectamente que el cuerpo humano puede mantener el equilibrio sobre la bicicleta. Pero la cuestión está en si seguiré creyéndolo cuando la persona que me esté enseñando me suelte y me deje solo encima de la bicicleta… o si dejaré súbitamente de creerlo, me asustaré y caeré.

No ha sido la razón lo que me ha quitado mi fe en el equilibrio: por el contrario, mi fe está basada en la razón que poseía. Han sido mi imaginación y mis emociones las causantes de mi perdida de fe. El enfrentamiento se ha producido entre la fe y la razón por un lado y la imaginación por el otro.

Si pensáis un poco en lo anterior os encontrareis con muchos ejemplos. Como el nadar o el enfrentarse a una operación y dejarlo todo en manos del anestesista y del cirujano.

Con el cristianismo ocurre lo mismo. Yo no le pido a nadie que acepte el cristianismo si su mejor razonamiento está contra él y si dice que tiene las suficientes evidencias para ello. Ese no es el punto en el que entra la fe.

Vamos a suponer que alguno de vosotros basándose en sus evidencias decide que está a favor del cristianismo. Yo puedo decirle lo que le pasará dentro de algunas semanas. Llegará un momento en que tenga un problema, o se encuentre viviendo entre personas que no creen en cristianismo, y de pronto sus sentimientos se rebelarán y empezarán a atacar su creencia, o tal vez vea la oportunidad de ganar un poco de dinero de una manera que no es del todo ortodoxa: un momento, de hecho, en el que sería muy conveniente que el cristianismo no fuera verdad. Y una vez más sus deseos y aspiraciones se rebelarán contra él.

No estoy refiriendo a momentos en lo que aparecen auténticas razones en contra del cristianismo. Esos momentos ha de ser enfrentados y eso es un asunto diferente. Estoy hablando de momentos en los que un simple cambio de humor se rebela contra él.

Pues bien, la fe, en el sentido en el que utilizo ahora esa palabra, es el arte de aferrarse a las cosas que nuestra razón ha aceptado una vez, a pesar de nuestros cambios de ánimo. Ya que el ánimo cambiará, os diga lo que os diga vuestra razón. Lo sé por experiencia. Esta rebelión de los estados de ánimo contra nuestro autentico yo va a ocurrir de todas maneras. Y precisamente por eso la fe es una virtud tan necesaria.

Pero claro para que esto suceda primero tendremos que reconocer el hecho de que nuestros estados de ánimo cambian y de que, si hemos aceptado el cristianismo, algunas de sus principales doctrinas van a ser deliberadamente puestas en duda a nuestras mentes todos los días. Y tendremos que recordarnos continuamente aquello en lo que creemos. Ni el cristianismo ni ninguna otra creencia permanecerá automáticamente viva en nuestra mente, hay que alimentarla.

Voy terminando, hay ciertas cosas en el cristianismo que pueden ser comprendidas desde fuera, antes de ser cristiano. Pero hay muchísimas otras que no pueden ser comprendidas hasta que no se lleve caminando por este camino cristiano durante algún tiempo. Son cosas sencillamente prácticas, aunque no lo parecen. Son instrucciones para tratar con diferentes problemas y obstáculos, y que no tienen sentido hasta que no hemos llegado a ellos.

Cada vez que me he encontrado con algún escrito cristiano o con una afirmación que no he comprendido, he llegado a la conclusión de que no debo preocuparme. La dejo reposar. Y siempre ha llegado el día, en que súbitamente me he dado cuenta de lo que significaba, y tengo algunas en que ese momento aún no ha llegado.

Se que ha sido largo, pero no se reducirlo más y también se que hay muchas cosas por aclarar, y eso es lo que lo hace más interesante, pues el cristianismo no es la solución para todos los problemas pero creo que es la herramienta que nos permite afrontarlos con una cierta garantía. 

No hay comentarios: