¡¡¡Buenos días!!!
Cuando
éramos jóvenes nos sucedía que no teníamos opiniones en muchos asuntos, y menos
en asuntos de política y de religión. No quiero decir con esto que no tuviéramos
adoptada alguna clase de idea, sino que, no nos habíamos preocupado demasiado
en echar los cimientos intelectuales de nuestras ideas.
A
estas horas de la mañana también nos podemos dar cuenta de la diferencia que
existe entre “tener” opiniones, “hacer” opiniones y no tener opinión ninguna.
Cuando alguna persona se acerca por primera vez al mundo de la política o de la
religión, se coloca de frente y de golpe con algo completamente nuevo, le
sucede como a un ciego que al recuperar la vista ve por primera vez un paisaje.
Lo encuentra todo tan nuevo e impresionante que no sabe dónde centrar su
atención, no diferencia lo importante de lo superfluo. No conoce la conexión de
una cosa con otra, de un hecho con otro, de una verdad con otra, la influencia de
unos hechos sobre las verdades y de las verdades sobre los hechos, quién va
antes de quién, qué puntos son primordiales y cuáles secundarios, todo eso todavía
lo tendríamos que aprender. Y algo también importante, ni siquiera éramos
conscientes de nuestra ignorancia.
Si
hacemos memoria, recordaremos que para nosotros el mundo que vivíamos no tenía
ningún tipo de relación con el mundo pasado. No sabíamos lo que había sucedido
hacia diez años y mucho menos lo que hacía cien. Para nosotros el pasado no vivía
en nuestro presente; muchos nombres no nos decían nada, ni las personas nos traían
ningún recuerdo.
Oíamos
hablar de gentes, cosas, proyectos, luchas, doctrinas, pero todo nos pasaba por
delante, como el viento, sin dejar rastro, sin empapar. Nada quedaba en
nuestras cabezas, no situábamos nada, no teníamos ningún “sistema”. Oíamos y olvidábamos;
como mucho, recordábamos haber oído, pero no sabíamos dónde. Y tampoco teníamos
solidez en nuestro modo de razonar. Éramos jóvenes. Un día teníamos una idea y
mañana otra que no era necesariamente la contraria, sino al azar. Nuestra línea
de pensamiento se extraviaba, no teníamos ni un fin determinado ni un punto de
partida sobre el que asentar un juicio sobre las personas y las cosas.
Hemos
crecido y espero haber solucionado todas esas deficiencias, sin embargo,
nuestra sociedad está llena de personas que llevan pensado de esa manera durante
toda su vida, se mantienen en su juventud intelectual y pueden tener
dificultades.
En
fin, mañana intentaré mostrar donde pueden estar esos problemas.
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